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Los aficionados al monopatín, ya de un cierto nivel y en su modalidad de skate bowl, recibieron su regalo de Reyes anticipado con la presentación de los presupuestos de Es Castell para 2018: se incluía la construcción por un precio de más de 134.000 euros de una pista para la práctica de este deporte.

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Para los vecinos de Sol del Este, la urbanización donde se prevé ubicar esta instalación, el obsequio se recibió como un inesperado saco de carbón, del tamaño de los casi 700 metros cuadrados que tendrá la infraestructura dentro de una parcela municipal de 1.400. Una tanca situada a escasos metros de viviendas, cruzando la calle, así que algunos no necesitarán acercarse a la pista para contemplar las piruetas porque vivirán en primera persona, y desde su ventana, la emoción de las mismas. No sé si la normativa sobre este tipo de instalaciones es tan permisiva respecto a la distancia mínima de las casas, pero cinco o seis metros parecen insuficientes y la queja vecinal más que razonable, porque el proyecto alterará seguro su día a día, especialmente con ruido y contaminación lumínica.

El alcalde anuncia que protegerá el descanso, pondrá horarios y vallado, y es que si se lleva a cabo el proyecto no podrá ser de otro modo, porque es el Ayuntamiento precisamente el encargado de velar por la coexistencia armoniosa entre el fomento del deporte y el entorno residencial, de hacer cumplir la normativa contra ruidos y garantizar el bienestar de sus contribuyentes; teniendo en cuenta además que Sol del Este tiene vecinos todo el año pero es también la única zona calificada como turística en el municipio, zona de segundas residencias en la que se valora la tranquilidad. Aunque el proyecto en sí sea ilusionante para sus promotores y positivo para la práctica deportiva, nada más nacer ha fallado algo fundamental: la consulta a los que se verán afectados por una instalación que se supone será irreversible.