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Un casoplón de 4.400 euros al mes, seis habitaciones, cuatro cuartos de baños, sauna y, entre otras cosas, 500 metros cuadrados. Lo que tiene cuadrados es otra cosa que yo me sé y que le cuelgan 'por lo bajini'. Menudo valor tiene el bueno de Carles Puigdemont que, pudiendo elegir una vivienda más acorde y discreta con su condición de fugado o exiliado o ni que sea por respeto hacia los que sí dieron la cara ante la Justicia y cuentan días en prisión, se ha agenciado una mansión con la que muchos soñamos.

El president, o expresident, o señor, o individuo, o energúmeno –las posibilidades son amplias y puedes elegir-, ha demostrado una vez más que es el más listo de la clase. Como el chanchullo de vivir de la sopa boba se le empieza a acabar ya va pensando en el futuro y en el presente para ganarse la vida. Mientras va desclavándose los puñales en la espalda que luce y que tienen más color a estelada que a rojigualda, se ha subido al carro de las viviendas vacacionales y al alquiler de habitaciones.

Donde la mayoría vemos un despilfarro monumental de espacio y de erario público, porque estoy convencido de que el capricho se lo pagamos entre todos ya que ese argumento de que «un amigo corre con los gastos» no se lo cree nadie, para el catalán la pela és la pela, Puchi –como le llamamos en tono cariñoso los que nos importan sus aventuras entre poco y nada- alquilará habitaciones a propios y a extraños.

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«Vols viure una experiència totalment independent? Passa una nit a casa del president», «Viu a la casa de la Independència, tot són luxes» o «Comparteix taula amb Puigdemont, butifarra a 'mogollón'» son algunos de los eslóganes con los que promocionará su experiencia turística. Es el no va más. Así los independentistas podrán pasar unas horas con Puigdemont y vivir de cerca en qué invierte el tiempo el muchacho o tomar apuntes para poder vivir también de éste y de otros cuentos.

No es mala idea. Seguro que habrá Més de uno y de una al que le encantará la idea. Y Més teniendo en cuenta que el paquete incluye un selfi, una estelada y entonar «Els segadors» con Puigdemont. Las comidas y las bebidas, aparte. Habrá Més interesados e interesadas de lo que piensas. Es un plan Més divertido de lo que parece. Incluso me están entrando ganas a mí, ¡Faltaría Més!

Francamente, lo veo como una solución viable. No al proceso independentista, que eso acabará muy malamente, sino para calmar los ánimos. Tanto del inquilino como de sus visitantes Més fieles. Ahora sí que podrán decir aquello de «Bienvenidos a la República Independiente»... de su casa, claro.

dgelabertpetrus@gmail.com