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Soy una vieja pesada, pero sí a Jesús Hermida le gustaba la excelencia. Y la autora en «Educar en el asombro», Catherine L'Ecuyer, también le gusta educar en la excelencia. y a Lorenzo Caprile, modista y jurado de maestros de la costura TVE también le gusta hacer trajes buscando la excelencia. Y a mi como madre me gusta hacer las cosas del día a día en la excelencia. Sí, no exagero. Se lo han preguntado alguna vez, cómo hacen las cosas. Para mi planchar quitando arrugas en los pijamas, sábanas, ropa interior. Y el placer de abrir el armario y verte toda la ropa planchada y doblada es un placer. Busco la excelencia cocinando para mi y para mi familia y mis amigos. Si hago una tortilla quiero que sea sabrosa. El gustazo que te das comiendo lo que has hecho, disfrutando de ese momento y valorando tu creatividad. Busco la excelencia en el orden de la casa, filosofía María Montessori que relaja la mirada. La excelencia en los juguetes de mis hijos, de madera y escasos para que le den al coco. La excelencia preparando el cuento para leer en la clase de mi hija de 3 años. Un público exigente que busca zambullirse en un mundo irreal de liebres de color avellana, y saltar tan alto con los brazos extendidos y decir «¡cuánto te quiero!» Hasta para prepararme un cortado descafeinado de máquina en mi casa, con bebida de avena y un toque de canela. La excelencia completa mi vida, me hace sentir y por consecuencia hace sentir bien a los que me rodean.

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No es una obsesión, pero me gusta practicarla desde lo más cotidiano, como limpiar un cuarto de baño hasta preparar una clase de comunicación. Y saben por qué, porque soy el mejor ejemplo para mis hijos. Todo lo que ven en mi, sé que lo harán, y lo valorarán. Por la sencilla razón que ya lo veía en mis padres y hermana, y lo valoraba. Son de esas cosas que haces y no necesitas explicarlas porque como las haces con amor y con cariño salen solas. Y si buscas la excelencia de hacer de algo lo mejor afloran en tu persona sensaciones confortables. Esta palabra me encanta 'excelencia' porque lleva implícito el hacer las cosas bien y con amor, no hay sacrifico ni esfuerzo, sale porque te nace, o porque lo ejercitas por el gusto de sentir placer. No es lo mismo clavar un colgador de cuadro torcido, y dejar el polvillo en el suelo; que clavarlo enderezado con su regla de burbuja, aspirar el polvo que deja después de haber usado la taladradora, y contemplar la mini obra. Pasar tus hijos por al lado, y decir «¡qué bonito!», no solo la temática y su colorido sino el conjunto de haber dejado bien el cuadro colgado. Si tú buscas la excelencia tus hijos también lo harán.