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La vida es maravillosa, aunque a ratos se empeñe en ser una hija de perra. O cualquier insulto que te venga en ganas regalarle. La vida supone la única oportunidad que tenemos para ser nosotros mismos, sin reválida, lo que nos obliga a aprovechar y a exprimir cada segundo de cada minuto de cada hora... El problema es que no todos lo hacemos igual o de la misma forma y por ello la vida nos cabrea.

Dos ejemplos para que me entiendas. No habrá sido lo mismo la existencia del científico Stephen Hawking que la de la tarada mental que asesinó al pequeño Gabriel. Mientras uno se ha dedicado a luchar por mejorar la existencia humana hasta convertirse en un referente trascendental, la otra merece pudrirse en el agujero más oscuro del planeta. Y como ella, muchos y muchas otros y otras.

Parece mentira pero si resumimos al máximo la lógica empírica, la existencia de Hawking y de la desalmada vale lo mismo. Dos seres humanos que parten con las mismas condiciones y que a lo largo de su vida estos condicionantes van variando en diferentes grados de complejidad obligándolos a tener que decidir qué hacer, actuar con consecuencia y demostrando qué clase de personas son.

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A uno le diagnosticaron la malvada Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y con veintipocos le auguraron una esperanza de vida corta y complicada. En lugar de arrojar la toalla puso todos sus esfuerzos en vencer a lo que pudiera vencer e intentar contestar preguntas que la mitad del común de los mortales sería incapaz de contestar y la otra mitad sería incapaz ni de planteárselas.

A la otra, con sus más y con sus menos, la vida la acabó llevando hasta España. No hizo nada especial –investigan si arrojar a su hija de 4 años desde un séptimo piso en Burgos- hasta llegar a Almería y cargarse al pobre Gabriel. Parece que fue coleccionando méritos y argumentos para tener lo que se conoce como una existencia de mierda, inútil, vacía.

Me fastidia ver cómo dos personas han sido tan distintas y han aprovechado su existencia de forma tan dispar. Está claro que ni todas ni todos seremos brillantes científicos existencialistas capaces de ofrecer teoremas que trastocan el efímero paso humano por este planeta. Pero basta con que en nuestro día a día tratemos de dar lo mejor que tenemos, de aportar lo que podamos para hacer la convivencia humana mejor. Porque para mí tiene igual importancia aquel que descifra todo lo que hace referencia a la existencia de Dios que el que ama y cuida del prójimo incluso mejor que de si mismo.