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Ayer, primavera de 1991, se inauguró la primera ampliación del Polígono de Mahón, la tercera fase. Unos meses antes, cuando el alcalde arquitecto Borja Carreras-Moysi tenía parcelado el terreno y diseñada la infraestructura, aparecieron el o los arqueólogos de turno llamando la atención sobre una cueva de la Edad del Hierro, que no podía sucumbir ante el avance del suelo industrial.

Al alcalde le tocó mucho las narices tener que rehacer los planos, pero hizo lo que debía, salvar la cueva liberando su entorno inmediato del uso comercial. Quedó un solar interior, sin uso industrial, que hoy está vacío como entonces, con una barrera para facilitar el acceso público a las visitas.

El interés por la cueva de marras no ha sido excesivo. Por si a alguien le interesa, se halla junto a la nave que ocupa Correos, la vegetación y la maleza invaden la parcela y la entrada se esconde tras matas y ullastres, lo que supone que la cueva ha de ser redescubierta.

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El patrimonio se salvó, a pesar de su valor relativo, y la ampliación de Poima se consolidó. Hubo compatibilidad, es la lección que nos deja este ejemplo que traigo a la memoria ahora que se plantea un problema de la misma naturaleza con la ampliación de la carretera y una naveta cercana. El trazado elevado de la calzada no altera el monumento, en todo caso permite redescubrirlo.

Puede ser erróneo un debate de incompatibilidad, mejor uno de conciliación del patrimonio milenario con servicios de la sociedad contemporánea. Se ha optado por el enredo de informes y se barrunta una utilización como argumento pretendidamente científico para decidir políticamente. Pero la decisión no requiere más legitimación que la de las urnas, la eficiencia y la responsabilidad. Y un poco de valentía, claro.

J. Carlos
Ortego