TW

En esos días de ola de calor inclemente se me ha pasado varias veces por la cabeza la idea de ir al cine: fresquito, a oscuras, disfrutando de la gran pantalla de toda la vida, concentrada en la película, comiendo palomitas..., un lujo. He pensado que sería barato, por aquello de la bajada del 21 por ciento del IVA al 10 por ciento, pero la realidad es que no ha bajado el precio tanto como esperaba, no como para animar a cualquiera en un día de verano a ir con la prole –sin fijarte en si es lunes o sábado ni tener que cuadrar agenda con la sala–, a ver la última de «Los Increíbles», por nombrar un título. Antes de marzo de este año, cuando Cristóbal Montoro, todavía ministro de Hacienda, anunció la anhelada bajada del IVA al cine, que más tarde se plasmó en los Presupuestos de 2018 y aplicó el actual Gobierno, era la guerra. Una cansina guerra de críticas, desencuentros, chistes malos y dardos desde la gala de los Premios Goya del gremio de actores, productores, etc porque del IVA parecía depender que los espectadores llenaran las salas, era la panacea. «Aquí seguimos esperando, ministro. Somos un colectivo que no quiere llorar y no quiere ningún privilegio. Solo quiere lo que es suyo», decía en su discurso institucional la vicepresidenta de la Academia de Cine, Nora Navas, el pasado febrero, en la 32 edición de los premios.

Noticias relacionadas

Pero lo cierto es que ni la mayoría de empresas de exhibición ha repercutido la bajada del impuesto en las entradas –silencio ahora del sector–, ni los 0,66 céntimos de media que debían bajar los precios han levantado las taquillas. Aunque políticamente han sido unos céntimos que han dado rédito, eso sí. El actual ministro de Cultura, José Guirao, advirtió que se podría revisar la rebaja del IVA si ésta no repercute en un mejor precio para el espectador y se va directamente al beneficio de las salas, a lo que la Federación de Cines respondió que, de media, en julio la entrada pasó de costar 6,22 euros a 5,82. En Menorca la entrada ordinaria ha pasado de 7,5 a 7 euros. Y aún se preguntan por qué vemos cine on line y nos comemos las palomitas en casa.