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Un 25 por ciento de los niños de 10 años en España tiene móvil, a los 12 la proporción llega al 75 por ciento y al cumplir los 15 años supera el 94 por ciento. Son datos del Instituto Nacional de Estadística de 2017. El smartphone se ha convertido en indispensable, la principal forma de acceso a internet, una herramienta tan útil como peligrosa a ciertas edades. El porcentaje asusta, y el descenso de la edad a la que se dispone de móvil también. El Gobierno siguiendo los pasos de Francia, que desde este curso prohibe el uso de cualquier aparato conectado (sea tablet, teléfono o reloj) hasta los 15 años incluso en el recreo, ha admitido que está estudiando la posibilidad de prohibirlos también. En palabras de la ministra Isabel Celaá «tenemos demasiados adolescentes muy adictos a la tecnología» y se debe analizar si el tiempo en la escuela queda «libre de esa adicción».

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Y es que el teléfono ya no solo se debe limitar por ser una distracción, que disminuye el rendimiento de los escolares en clase e interrumpe la actividad lectiva, sino que además prolonga situaciones de acoso en las redes y disminuye las relaciones habituales en el patio del recreo entre los alumnos. Todo ello debe ser tenido en cuenta y puesto en una balanza para saber si pesa más el posible uso pedagógico del aparato, por ejemplo para permitir búsquedas en internet, o por el contrario empeora la convivencia en los centros. El conseller balear de Educación no es partidario de normas que prohiban, afirmó ayer en la presentación del curso; prefiere que cada centro lo regule. Algunos ya lo han hecho, de hecho, en la mayoría de centros el móvil está desterrado de las clases. Prohibir quizás no es la solución, pero con una nueva ley autonómica de adicciones en ciernes, también las no químicas, es necesario que el enganche al móvil en el colegio, dejando de lado el juego de toda la vida y potenciando el ciberacoso, se tenga en cuenta y haya coordinación entre consellerias.