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Al próximo que diga que tenemos que abandonar la zona de confort para realizarnos y ser más creativos, le debemos mandar a la mierda a la voz de ¡ya!, sin pestañear. Es una más de las cientos de motos que nos venden para que nos sintamos mal, débiles y por lo tanto vulnerables. Es indecente que los coach, vendedores de humo, le digan a la gente que deben salir de la zona donde están a gustito para complicarse la vida sin ton ni son. Que se lo cuenten a todos los que se lo han currado durante muchos años para estar tranquilos y disfrutar de la vida, o a los que cada día sobreviven inventado el momento porque llegar a fin de mes sigue realmente jodido, por más que mientan los de siempre, con las mismas mentiras de toda la vida.

No sé por qué se deben sentir mal los que tienen una casa de la que no le pueden echar, un trabajo estable con sueldo digno, y una familia con la que disfrutar (aquí pongan ustedes el tipo de familia que quieran, no solo la familia tradicional que defienden a capa y espada los casposos profesionales). ¿Acaso es mejor estar en una vivienda precaria, con un curro de esclavo y más solo que la una? Pero si saltas de una vivienda a otra porque los alquileres cuestan un riñón, ellos lo llaman movilidad geográfica. Si tu curro es penoso, te dirán que emprendas, vamos que te busques la vida. Y si estás solo te llaman single y problema solucionado porque queda súper molón.

Ya les va bien este rollo a los poderosos, y su lacaya ralea política, porque mientras ellos predican la cultura del esfuerzo se lo llevan crudo robando a manos llenas. Porque mientras ellos proclaman la importancia de estar bien preparados, compran másteres y doctorados en universidades desprestigiadas. Ellos que alaban lo privado como lo excelente, mientras se agarran al sillón de lo público como si no hubiera un mañana. Rostro de cemento que se endurece con los años porque millones de personas les siguen comprando la farsa, es lo que hay.

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Perdonen la vehemencia y la contundencia con la que crítico a estos magos de la manipulación, pero hoy mis ojos, mi nariz, mis manos, mi boca, cumplen cincuenta años, y las cinco décadas, siendo nada en el cómputo de la Historia, para mí lo son todo, y sin caer en arrogancias, ni prepotencias, está bien atajar los caminos y escribir los artículos a corazón abierto. Por lo demás me niego a hacer balance, si nos pasáramos la vida examinándonos nos convertiríamos con facilidad en carne de psiquiatra. Me niego también a tirar de la filosofía mindfulness, o de las frases hechas de las tazas de café de Mr. Wonderful, otro buen negociete montado con la excusa de ayudar a la personas.

Ahora bien, que cada uno haga lo que le venga en gana, faltaría más. Puestos a tirar de frase yo prefiero quedarme con personas como José Saramago y su: «He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro». El gran escritor portugués define perfectamente lo que siento. Tontería es reescribir lo que tan magistralmente fue escrito.

Solo desear, queridos lectores, que cuando el sol tenga frío, porque la cosa pinta mal, les pille en su merecida zona de confort y no en la intemperie de los supervivientes. Y mientras ustedes tengan a bien, este diario no se canse de darme el derecho a réplica, y la justicia no me obligue a exiliarme aunque mi único delito sea escribir, como el de Valtonyc es rapear, aquí estaremos cada semana deseándoles que tengan un feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com