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Hay todo un listado de consejos para quedar bien en un autorretrato, el selfie que invade la redes: ladear la cabeza, tomar la foto desde arriba, levantar la barbilla, y sobre todo poner morritos, muchos y apretados, y hacer la uve con los dedos, que puede ser el signo de la victoria o de mandar a alguien a paseo sin contemplaciones, depende de las lecturas.

Qué triste tener que hacerse una foto en soledad, con un palito, decía un conocido humorista en uno de sus gags; algún sesudo estudio debería explicarnos cómo internet ha convertido el ego en algo enfermizo y cómo –malas noticias para los que buscan reforzar su autoestima- tu cara y tus experiencias importan más bien poco, salvo que te quieras hacer el gracioso y no hagas gracia a nadie, la cosa se haga viral y acabe por hundirte la vida.

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Pero el selfie ha pasado de ser motivo solo de humor y chascarrillos a convertirse algunas veces en una práctica peligrosa, algo trágico. En 2014 en Estados Unidos una chica de 32 años se sacó la foto mientras conducía y escuchaba en la radio la canción «Happy» de Pharrell Williams; quería dejar constancia en las redes de que la melodía le hacía feliz. Fue su último mensaje. Aquella ironía del destino me dejó fatal.

Desde entonces cada cierto tiempo se conocen nuevas víctimas del postureo extremo. Hasta el punto de que un informe de investigadores de la Biblioteca Nacional de Medicina de EEUU cifra en 259 las muertes (documentadas) ocurridas entre 2011 y 2017 por tomar la mejor auto-foto. En un acantilado, en la torre más alta, en un temporal, sacando la cabeza por la ventanilla de un tren…., las posibilidades son infinitas y hay expertos que ya claman por crear carteles de alerta, zonas antiselfie señalizadas para evitar accidentes.

Manejar el móvil, sobre todo las redes, al volante se ha convertido en una actitud tan peligrosa casi como el alcohol. La DGT quiere endurecer las sanciones, aumentar la pérdida de puntos e incluso que se introduzca en los dispositivos el ‘modo coche’. Al final no quedará otra, porque parece que cuanto más aumenta la inteligencia del teléfono, más merma la nuestra.