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Una de las cosas que más me gustan del día a día es el saludo. Le doy más importancia desde que me fijé en la manera de hacerlo de la maestra de mi hija Amae. Noe, de P4, todas las mañanas, siempre con una sonrisa, abre la puerta de la clase. Es la comunicación no verbal para los padres y niños que esperan fuera, de que arranca el día. Ella siempre se queda en el dintel de la puerta esperando a que entren, y uno a uno va saludando en posición de ‘comunicación escucha activa’, es decir se acuclilla a la altura de los niños. «¡Hola!, bon dia!, ¡buenos días, Noe!». Y cada niño, con la brevedad que precisa ese momento hermoso le cuenta sus mini batallas, junto con las palabras de los padres que se entremezclan con la algarabía de los niños que ya han entrado y los que esperan con cierta impaciencia. Pues todos quieren ese momento único y personal que les dedica la maestra.

Es curioso como a lo cotidiano a veces no le damos valor. Lo adoptamos como normal. Y no es así. Cuando alguien te recibe de esa manera ya te predispone a tener un buen día. Alguien que es capaz de esperarte y decirte unas palabras siempre con la sonrisa por delante, y en ciertos casos abrazarte, eso es humanización. Cada día este gesto tan elegante con los niños, cala en ellos, y en la retina de los padres. Un acto cotidiano que si le das su rincón de valor es maravilloso empezar así el día.

Alguna vez Amae, por mala organización familiar, llega unos minutos tarde, pues siempre hay alguna compañera Sophie o María que le dan un súper abrazo y la levantan dos palmos del suelo. Cuando eso ocurre me emociona ver como unas niñas de cuatro años tienen la espontaneidad de dar un saludo así a una compañera. Siempre procuro comentarlo con otras madres. Las cosas bonitas merecen ser verbalizadas.

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Hay otro saludo, es el del rector de la Concepció Joan Miquel. Otro de los motivos que me animan a escuchar sus homilías tan comunicativas es el saludo. Una vez acaba la misa, siempre sale de la iglesia a saludar a todo el que ha participado de ese encuentro. Y en la brevedad del saludo siempre hay un comentario que vale la pena. Estos gestos son los que quedan entre nosotros.

Es curioso el malestar que puede generar alguien que no te saluda, o que te retira el saludo. Sea por el motivo que sea, hasta por el despiste de no saber si es esa persona y no la saludas por si acaso haces el ridículo. Pero ante la duda, saluda. Queda claro que saludar es el mejor gesto comunicacional para arrancar un buen día.

@sernariadna