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Nunca había hecho galletas de Navidad hasta este año, que me he estrenado. Las hice unas con mantequilla receta alemana, y otras sin mantequilla. Lo que más me gusta de hacer galletas son los olores que envuelven a la casa, haciéndola hogareña. Y el ambiente que se produce. La mamá haciendo la masa, y pasando el rodillo. Los niños con los moldes cortando la pasta. Y el papá poniéndolas en la bandeja del horno. Pero antes de depositarlas ahí, para hornear, democráticamente elegimos de qué sabor la queremos: si las decoramos con azúcar vainillado, de chocolate, de anís, de canela, de sésamo, de azúcar glas. Es divertido. Nutricionalmente lo peor. Pero dentro de lo malo es mejor hacerlas caseras en casa que comprarlas, y evitamos los «E-xxx». Preparándolas me di cuenta de lo laborioso del quehacer de nuestros antepasados, lo hacían todo y no compraban nada hecho. Quizás intercambiaban manjares, lo que no tenía uno lo tenía el otro y así la mesa de la familia quedaba completa. Vinieron los tiempos modernos y ahora es inimaginable trabajar en la cocina como se hacía antes. «Hemos comprado el tiempo» pero me pregunto si lo hemos comprado para disfrutar más de la familia o del ocio en sí. Si es hablar del ocio, estamos más enganchados al móvil. Y si es por la familia apenas nos sentimos con las prisas de vestirnos, y de llegar en punto a los sitios.

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Hacer galletas navideñas me ha hecho sentir que estamos juntos, que queda en la memoria ese momento entrañable. Las figuritas hacen posible que sonriamos y compartamos el tiempo trabajando en equipo. Que diferente hubiera sido ir a un súper o tienda delicatessen y elegir la cajita más bonita de galletas, que también vale. Pero el hacer las galletas en casa y guardarlas en una caja con papel de seda tiene su encanto. Después las sacas con cariño, y las sirves en un plato con base. Y a la altura del niño le haces escoger qué galleta quiere, si la de la estrellita, el hombrecito Ginger, el arbolito, el reno, la flor, el angelito, el bastoncito de caramelo, ...

Hay personas que eligen, antes de que comience la Navidad, hacer régimen por las cuantiosas comidas que les vienen en su agenda. Pero vale la pena reservar un momento del día para hacer cosas gastronómicas juntos con los pequeños. Es verdad que nutricionalmente no aportan nada al cuerpo. Pero hay recetas navideñas que si las haces veganas, o light pierden la tradición. A un polvorón no le puedes quitar la manteca de cerdo porque ya no será un polvorón. Lo que no hay es que abusar. Y en la medida de lo posible compensar con ejercicio. ¡Feliz Navidad!