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A estas alturas, un año más, no me habrá tocado El Gordo y es muy probable –ojalá me equivoque- que a ti tampoco. Imagino que será más por un tema estadístico que por falta de empeño. Por ello hoy le quiero dedicar estas líneas a tres de los gremios que más trabajarán o que más importancia tendrán en un día como hoy.

«Suerte que aún nos queda la salud» es uno de esos tópicos que más oiremos este sábado y que no se cree nadie pero que, según parece, consuela a todos. Al menos a los que además de no hacerse millonarios no les queda más remedio que contentarse con que la vida les respeta.

En esta frase, tan usada y machacada, le corresponde al personal médico sacar pecho. Si a estas alturas mientras un selecto grupo de personas descorchan el champagne tenemos el privilegio de contentarnos con la salud, un bien más preciado de lo que nos parece y que valoramos más cuando nos falta que cuando nos sobra.

Otro gremio que se relame las garras es el banquero. Hoy hay un ejército de comerciales a la busca y captura de los agraciados en el sorteo más importante del año. Es muy fácil identificarlos ya que en cualquier celebración suelen ser los que aguantan el tipo entre las lluvias de espumoso y las lágrimas de felicidad.

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Tiene mucho mérito, para qué negarlo, ya que mantener la compostura entre tanta felicidad sin empaparse y luchando con el resto de su especie, no es una tarea fácil.

El tercer curro que este sábado vivirá su particular mes de agosto es el de tapador de agujeros profesional. Sabe el español de turno que toque lo que toque en El Gordo, desde un pellizquito a un cachete en toda regla, no bastará para cumplir los sueños, las ilusiones o los objetivos, sino que servirá para «tapar unos agujeros».

Cada año oímos como nos repiten la misma cantinela y, en el fondo, nos morimos de envidia. Aunque particularmente prefiero que cualquiera de los premios caiga en personas que lo necesiten por encima de mi colección de caprichos, no te niego que debe molar un montón salir por la tele y soltar eso de «tapar agujeros» cuando, de golpe y porrazo, no te queda espacio en el bolsillo.

Bromas aparte, espero que los últimos coletazos del 2018 lleguen cargados de cosas buenas. Aunque un coro de niños chillones nos recuerden lo bien que lo hace el médico de cabecera, nos amplíe el círculo de amistades con señores de traje o nos obliguen a tapar agujeros con billetes.