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Hay una cosa que mola mucho, mola cuando eres pequeño y sigue molando el resto de la vida, chupar las tapas de los yogures. Un tiempo lo hacíamos a ver si tenían premio el yogur, y ahora simplemente por placer, quizás relacionado con un momento de infancia de esos que no queremos perder. Una cosa que no mola, pero nada de nada, es que de la muerte trágica de un niño (redundancia, porque la muerte de un pequeño siempre es trágica), la prensa carroñera haga un reality show. Tampoco molan todos lo que se han enganchado al carrusel del morbo como consumidores voraces.

Otra cosa que mola un montón, queridos lectores, es rebañar la fuente de la masa de las croquetas. Ahora es dificilísimo encontrar croquetas caseras, dan mucho curro, y muchos prefieren cómpralas congeladas, precocinadas o preparadas directamente para el microondas. ¡Dios mío!, acabo de ver a la croqueta como la explicación perfecta de por qué el mundo se va al carajo sin remisión. Si no tenemos tiempo para hacernos unas buenas croquetas caseras que nos hagan chuparnos los dedos hasta decir basta, es que algo muy gordo está fallando en este planeta, las prisas son solo prisas, y la vida sin croquetas caseras es menos vida.

No mola nada abusar del azúcar, por supuesto, vale, que sí, que la obesidad y todo eso, pero tampoco mola, ni una pizca, abusar de las sacarinas, y demás edulcorantes artificiales, que tienen más peligro para la salud que Trump y Putin, hasta arriba de bourbon y vodka, jugando con el botoncito nuclear. Me he pasado, lo sé, ha sido aposta, hay que aprovechar cualquier ocasión para apuntar a los malotes de verdad, que nos distraen con los superfluo y nos olvidamos de lo relevante.

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No mola la frase hecha: «Todo lo que sube baja», porque no es verdad, desde que soy pequeño el recibo de la luz siempre ha subido sin parar, solo dio pequeños pasitos atrás para coger impulso, nada más. No mola la expresión: «Calidad de vida», sé que crea controversia, pero no me gusta un pelo. Si la calidad de vida es la que nos venden los miles de impactos publicitarios que nos disparan cada día se la regalo con lazo y todo, si por el contrario es aquello de tener la vida más digna posible, pues lo hablamos. Frente a calidad de vida, me molan más palabras como dignidad, coherencia, honradez, solidaridad, libertad, igualdad, y un montón mas con las que se haría un bonito, aunque me temo que empalagoso, poema.

Mola escribir, aunque mola más leer. Mola Menorca, aunque no mola que construyeran una central eléctrica en el puerto de Maó. Mola la Verdad, como concepto amplio, sin embargo no mola nada los que dicen que son siempre sinceros, en verdad son insoportables. Molan las personas que van por la vida relativizándolo todo, es más higiénico mentalmente, no obstante, no molan nada las personas que pasan de todo. Molan los que saben vivir en soledad, pero no mola desear estar siempre solo, la soledad mata, y mucho.

Mola un montón que suene el teléfono por la llamada de un amigo que solo quiere charlar, ahora casi siempre se escucha el sonido de WhatsApp, mas frío y distante. Molan los placeres placenteros, grandes o pequeños. Para acabar, lo que más molaría de todo, es crear una sociedad donde cada uno pudiera ser todo lo raro que le dé la gana sin miedo a ser represaliado, vamos, todo lo contrario de hacia donde apunta la actual brújula social y las ideologías mas reaccionarias que crecen por doquier. A mí me mola desearles, cada semana, un feliz jueves.


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