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Lo hemos dicho muchas veces, pero hay que repetirlo, somos incoherencia y contradicción. Los seres humanos nos definimos, entre otras cosas, por ser contradictorios. A diferencia de los animales que, guiados por su instinto, no dudan de sus decisiones, nosotros dudamos, o deberíamos dudar, de todo. Y en muchas ocasiones nos contradecimos hasta decir basta, ‘semos asín’, para qué negarlo.

Podemos lucir una barriga cervecera, acrecentada por un sedentarismo que nos hace el culo carpeta, y al mismo tiempo comprarnos la ropa en Decathlon (otra vez la cagué, le he hecho publicidad gratuita a una multinacional francesa sin ver un euro de patrocinio, no estoy hecho para los negocios). Podemos criticar la desforestación del Amazonas porque vamos a tope con la Pachamama, pero no nos resistimos al último modelo de teléfono móvil hecho con el coltán que provoca guerras y arrasa bosques. Incluso podemos colgar en Facebook nuestra opinión indignada porque un partido misógino, xenófobo, homófono y autoritario marque el gobierno de Andalucía, pero después pasamos de votar porque son todos iguales.

Los partidos de izquierdas, los vamos a llamar así para simplificar, alardean de su capacidad de diálogo y debate, sin embargo se apuñalan entre hermanos ideológicos a la mínima de cambio. Los partidos de derechas, llamémoslos así para simplificar, presumen de ser buenos gestores, sin embargo el número de entidades que ha arruinado y sus casos de corrupción son incontables. Aquí meto una pregunta, ¿dejarán los partidos políticos de hablar de sus propias mierdas alguna vez, y se dedicaran a buscar soluciones para los ciudadanos que somos los que les pagamos el sueldo? La pregunta, obviamente, es retórica porque sabemos la respuesta, jamás de los jamases.

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Ya ven, queridos lectores, somos incoherentes, paradójicos, y en ocasiones absurdos. Y no pasa nada, siempre y cuando lo admitamos. Ahora bien, el problema está en los que hablan sentado cátedra, en los que se mueven en pensamientos binarios de blanco y negro, y ellos tienen muy claro que es lo blanco y que es lo negro. Esos bocazas que parlotean como si supieran de todo, tienen un problema para cada solución, aunque ellos nos vendan lo contrario.

Basten tres ejemplos para huir del pensamiento binario. No tengo ni idea de cuál es la solución para el conflicto del taxi en Madrid. Digamos que el sector del taxi en la capital muy progresista y solidario con los demás nunca ha sido (perdonen la generalización los que no), pero eso no quita para que las VTC sean explotadores salvajes, no economía colaborativa, huele a puertas giratorias. No sé que opinar sobre Venezuela, porque no me fío ni un pelo de la información que se nos vende. Parece que Maduro tiene muchas sombras, y que en Venezuela hay muchas personas pasándolo muy mal. Pero no olvidemos que son los que más petróleo tienen de todo el mundo mundial, y Trump y su séquito quieren meterle el diente. Último, creo que debemos dialogar con todo el mundo, por principio, pero… sé que decir eso es buenismo y postureo porque no es verdad. Con los violentos y los fanáticos no cabe el dialogo, y eso asusta que no veas.

Tampoco quiero caer en el principio socrático del: «solo sé que no sé nada», lo relativizaría todo y eso no mola. Porque, además, algunas cosas las tengo muy claras y no me generan controversias, como que un buen chándal es muy cómodo para ir de cañas, así que ya pueden poner en Decatlhon el pasillo de las tapas. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com