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Inmersos los políticos en campaña electoral –otra vez, no hay tregua–, presentando un día tras otro promesas para atraer el voto, nadie ha ofrecido ideas para resolver el problema de aparcamiento en las playas urbanas denunciado en este diario. Con expectativas elevadas, de proyectos fabulosos que no sabemos si verán la luz, nadie baja a la tierra repleta de baches de parcelas que se usan como parkings, véase Son Bou, algo que transmite una imagen pésima en una de las zonas turísticas más visitadas de Menorca. Como esta playa urbana otras tres, con una afluencia masiva en verano, están en precario a la hora de aparcar el coche, con terrenos que no son públicos pero sí resultan vitales para evitar el colapso, son las de Cala Galdana (y el parking que le da oxígeno, el de Cala Mitjana), Sant Tomàs y Binigaus, y Arenal d’en Castell.

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En total suman un millar de plazas que dan servicio a esas playas y sus urbanizaciones, donde se meten los miles de coches que circulan en temporada y que en realidad, a juzgar por el lleno total que registran de julio a septiembre, tampoco garantizan llegar y encontrar tu hueco. Imagínense si hubiera un cierre, un antojo de los propietarios para presionar a gestores que a lo largo de los años no han podido o querido resolver un problema tan fundamental para el buen funcionamiento del negocio. Como no ha ocurrido nunca, es difícil imaginarlo, como tampoco vimos venir al parecer nuestra dependencia energética y las 56 horas sin luz de octubre de 2018. Se habla mucho de los aparcamientos en las calas naturales, de sus accesos, cada verano embotellados, pero estas grandes playas urbanizadas necesitan toda la atención y aparcamientos arreglados, legalizados, con acuerdos estables bien atados con los dueños de los terrenos, o que sean públicos, mediante compra o expropiación. Se supone que el futuro plan territorial debería dar la respuesta.