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Si frecuentas este coto privado de ideas sabrás que, a diferencia de cada vez más gente, llevo muy mal todo lo relacionado con ETA. Vamos, que los sigo considerando una banda terrorista y criminal de asesinos autores de más de 800 muertes en este país por pensar diferente. Lo sé, con los tiempos que corren soy un exagerado y me juego que me den un capón por enfadarme demasiado con lo que nos quieren vender como un grupo de amigos descontentos con algunos aspectos que optaban por llevar su libertad de opinión a extremos excesivos. Que no, que no eran asesinos, que estamos equivocados. Me causa la mayor de las náuseas posibles ver a Arnaldo Otegi en Televisión Española, la pública, la de todos, perdón, la que pagamos todos y controlan a su antojo los que mandan para insuflarnos mierda en la dosis que les venga en gana. Me revienta ver a ese asesino, perdón de nuevo, ese homínido extremadamente irascible y carente de sentimientos, mimado y casi idolatrado en TVE por ciertos periodistas de saldo y esquina, más fieles a la ‘buchaca’ y a la bandera política que a la labor de informar.

«Señor Otegui, según la justicia representa a una banda terrorista asesina y por consiguiente es usted un asesino. ¿Se arrepiente?». Sería la primera pregunta que le haría si yo fuese el entrevistador. No porque sea un gran periodista -que lo dudo- sino porque soy un ser humano y por empatía con las miles de personas afectadas por esa lacra que inundaba cada dos por tres las sobremesas españolas, a las cosas las llamaría por su nombre. Maldito bastardo. «Lo siento de corazón si hemos generado más dolor a las víctimas del necesario o del que teníamos derecho a hacer». Esto dijo. Tal cual, con la boca llena y orgulloso.

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Sinceramente, amigo lector, si te escribo lo que pienso me censuran. Por partes: ¿Qué corazón dices que tienes y que siente, maldito asesino? ¿Generar más dolor a las víctimas del necesario? ¿Acaso existe alguna forma de calibrar el dolor, de ponerlo en una suerte de balanza que marque un límite ficticio que lo tilde de más o menos necesario? Y, qué carajo es eso de «del que teníamos derecho a hacer». ¿Pero quién te crees, quiénes os creíais? Que erais -y estoy convencido de que seguís siendo- pistoleros sanguinarios desalmados, que matabais sin ninguna compasión. Cobardes que solíais atentar desde lejos con coches bomba o por la espalda, disparando por detrás.

Y a esta bestia la están paseando ahora por el ente público para blanquear el terrorismo. Aquellos que son incapaces de enterrar el odio visceral de los tiempos oscuros de este país son los mismos que ahora quieren echar tierra sobre ETA y todo el daño que causó. Todo por un puñado de votos que sumen, convencidos de que todo vale obviando quizás que el que se rodea de asesinos, se convierte en cómplice de asesinato. Y los tontos y tontas aplaudiéndole las gracias. Y los otros tontos, pagando a TVE para que lo entreviste como si fuese un Nobel de la Paz y sin echar el grito al cielo. Maldito bastardo, qué suerte tienes de que la justicia, en algunas ocasiones, sea injusta.

dgelabertpetrus@gmail.com