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Es un tema del que siempre he querido tratar. Chimamanda Ngozi Adichie, escritora y feminista, me puede ayudar. Dos de sus quince sugerencias feministas me parecen interesantes, de su libro «Manifiesto feminista en quince consejos», para enseñárselos a niñas y niños. Hoy se lo quiero dedicar solo a las niñas.

Octavo consejo: enséñale a rechazar la simpatía. Su trabajo no es caer bien sino ser ella misma. Enseñamos a la niñas a ser simpáticas, agradables, falsas, pero no enseñamos lo mismo a los niños y eso es peligroso. Muchos depredadores sexuales se aprovechan. Muchas niñas callan cuando se les abusa porque quieren ser agradables. Muchas mujeres pasan demasiado tiempo probando a ser simpáticas con gente que les hace daño.

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Duodécimo consejo: háblale de sexo y hazlo pronto. Será un poco incómodo, pero es necesario. No le hagas ver que el sexo es solo un acto controlado de reproducción. O que solo se hace dentro del matrimonio, porque es poco honrado. Dile que el sexo puede ser bonito y que, además de las consecuencias físicas (para ella como mujer), también puede tener de emocionales. Dile que su cuerpo solo le pertenece a ella y que no debe sentirse obligada a decir que ‘sí’ a cualquier cosa que no quiera hacer. Enséñale que es motivo de orgullo a decir ‘no’ cuando sienta que ha de decir ‘no’. Dile que es mejor que espere a ser adulta antes de tener relaciones sexuales. Le has de dar un lenguaje para hablar contigo. La mayoría de los expertos en desarrollo infantil dicen que es mejor que los niños hablen de los órganos sexuales con los nombres biológicos: vagina y pene. Ha de haber un nombre y que no esté cargado de vergüenza. Enséñale a rechazar la idea de relacionar vergüenza y biología femenina. No nos ha de avergonzar tener la regla. Las menstruaciones son normales y naturales, y la especie humana no estaría aquí si no existieran.

Refresco todo esto porque tengo una niña, y me es muy importante hablarle de esta manera tan natural. Desde luego en casa decimos vulva o pubis. Me parecen dos palabras hermosas para definir nuestro sexo. Igual para mi hijo, decimos pene o pilila y testículos. Un detalle de la sociedad que quiero destacar ahora que tengo la oportunidad. Es cuando fui a la revisión de los tres años con mi hija al pediatra. Y me encantó como su pediatra, una mujer, del ambulatorio Dalt Sant Joan (Maó) le habló antes de hacer nada. Se dirigió a ella como paciente, siempre yo presente, y le dijo «ahora te voy a tocar tu cuerpo, son unas prácticas rutinarias que tengo que hacer. Lo haré con cuidado. Te pido permiso». Como tiene que ser. Le pidió permiso a mi hija para tocar su cuerpo, porque solo a ella le pertenece.