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Una noticia asegura que los pacientes se curan si el médico cree en las medicinas que receta, aunque se equivoque. Es como lo del placebo, pero al revés, en lugar de que el paciente crea en el médico, se trata de que el médico crea en el efecto de la medicina que prescribe. Pero aun en ese caso el paciente pone una dosis de fe que le ayuda a sanar. El efecto placebo consiste en lograr que el paciente mejore por sugestión, a base de administrarle una pastilla o una terapia inocua, o bien despertar su confianza prodigando consejos o afirmaciones poco científicas. Recuerdo que Avel·lí Artís Gener, el escritor catalán que firmaba Tísner, no podía dormir si no tomaba somníferos, y su mujer, que era muy lista, le daba placebo, grageas de azúcar, y dormía como un lirón. También recuerdo que cuando don Fernando Rubió Tudurí popularizó su Glefina, un reconstituyente infantil, hasta límites insospechados, recibió la visita de un amigo que llevaba diez años intentando tener hijos con su esposa y ni por esas; don Fernando le dio un frasco de su jarabe y el amigo tuvo hijos. Eso es efecto placebo. En ese sentido creo que también funciona la autosugestión, comprender que uno mismo puede curarse de espanto, aquello que dicen que a malalt que no és de morir aigua fresca li basta; basta con superar las fobias y razonar, pero uno tiene que creer, por lo menos, en el poder de la razón. La explicación científica de este fenómeno podría encontrarse en que quien cree en el placebo activa la producción de dopamina, un neurotransmisor que contribuye a la creación de efectos placenteros.

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Pero también existen médicos avispados que explotan la credulidad o la ignorancia de los pacientes. Algunos de los yates que en verano atracan en nuestros puertos podrían llamarse «Placebo», simplemente. Hay médicos que recetan medicamentos caros por los que reciben ventajas de los laboratorios, medicamentes que a lo mejor no resultarían efectivos sin la buena fe de los pacientes. A veces incluso se realizan operaciones innecesarias con el consentimiento de los enfermos, a quienes les dicen que él decide, pero lo cierto es que no tiene suficientes elementos de juicio para decidir y simplemente confía en el buen criterio del médico. En esos casos el paciente pregunta si la operación entra en el seguro y le dicen que sí, pero que lo que es aparte son «las manos» del cirujano. Entonces consulta a otro médico, pero como dice el refranero un médico cura, dos dudan y tres muerte segura.