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Hace unos días coincidí con un padre separado que se distribuye las semanas del mes viajando de la península a la Isla. Y me comentaba lo difícil que es conciliar vida laboral con la crianza y educación de su hijo, cuando le toca a él. Yo me reía por dentro, como la Mona Lisa. Es un tema, ‘la conciliación’, que aún tenemos que seguir defendiendo hasta que entiendan empresarios, y gobiernos que mantener un equilibrio es necesario para la realización de las personas, la economía del país, y sobre todo poder ‘estar’ con nuestros hijos.

¿Es que acaso solo somos meros reproductores de vidas, que los dejamos en brazos de otros para que sustituyan nuestro derecho de amar? Parimos para que a los 4 meses de vida estén en brazos de una cuidadora, o una institución educativa. Parir para trabajar a los cuatro meses y dar tu dinero a alguien ajeno para que cuide a tu hijo, hija. Me asombra.

Considero que si una persona es cumplidora en su trabajo, el Gobierno debe de dar facilidades al empresario o autónomo y que facilite al trabajador desarrollar su derecho de amar a sus hijos sin la presión del reloj, ni del calendario. Ni de abusar de los abuelos.

Pero lo que más me gusta de esta reflexión es que hablo de un hombre que expresa esta necesidad de conciliar, desde su angustia vital de poder desarrollar su trabajo con profesionalidad y no fallar en el ‘estar’ con su hijo.

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¿Cuántos padres-hombres se lo han cuestionado como él? La sociedad cambia, y las parejas hacemos más equipo. Como el de reivindicar cambiadores de bebés en los baños masculinos. Por ejemplo aquí en Menorca, siendo una isla tan familiar, y que destaca en concienciación de crianza y educación, choca que no se abandere de pequeños detalles como este. Solo lo he visto en un supermercado de origen alemán.
Todo suma. Y la revolución del cambio hay que hacerla juntos en pro de nuestros hijos. Siento que estamos en un momento que hay que dar voz a las dos partes. Hombres que se expresan y comunican cosas cotidianas y cosas tan importantes como es la de criar y educar a un hijo.

Me encanta ver y apreciar que un hombre está tan o igual de implicado en la crianza de los hijos como lo puede estar una mujer. Si seguimos así, la sociedad solo puede cambiar a mejor. Cada pequeño paso que se da es un éxito para la sociedad y el futuro de esta.

Estas apreciaciones deberían salir en los medios de comunicación, en los informativos. Harían efecto dominó. Se repetirían estas acciones.

Una sociedad más sensible, más culta, generaría confianza. Y abriría corazones a acciones agradables.