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Ávidos de noticias positivas entre tanta controversia en la política nacional o en cuestiones lamentablemente cronificadas en Menorca que continúan sin solucionarse, la estadística de accidentes en la Isla en los últimos cinco años nos ha proporcionado una que puede catalogarse como excelente.

A pesar del continuo incremento del número de vehículos que circulan por las carreteras de este territorio en el mes punta de la temporada estival -23.000-, la siniestralidad viaria no solo no ha crecido proporcional al número de coches sino que se ha estabilizado, o lo que es lo mismo en otra interpretación, se ha reducido de forma notable.

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Las causas que explican estas cifras contenidas -257 accidentes al año de media- se explican, fundamentalmente, en el trabajo persistente de la Guardia Civil de Tráfico. La reiteración de los controles aleatorios, tanto por la noche como a primera hora de la mañana en las jornadas festivas tiene un componente persuasorio para alejar de la carretera a los conductores más temerarios, bien por voluntad propia, o porque los agentes les obligan a hacerlo cuando detectan su estado.

Hay menos accidentes graves en las vías interurbanas, además, porque la carretera general va saturada en verano y es imposible incrementar la velocidad para transitarla, aunque no deje de ser incómoda y peligrosa. Y por último, según voces autorizadas, porque los vehículos cada vez son más fiables y disponen de mejores dispositivos de seguridad para que el conductor reaccione o minimice las consecuencias de un impacto.

Los datos reflejan que las carreteras de Ciutadella al Cap d’Artrutx y la de Maó a Fornells son las más nocivas. La Guardia Civil no puede llegar a todas partes. Reducir la siniestralidad en ellas debería ser objetivo del Consell a corto plazo para mejorar todavía más la estadística del último lustro.