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Se puede y se debe de discrepar de las acciones de gobierno. La oposición, tiene como mejor oficio lo de oponerse, de ahí su nombre, pero tal cual yo lo veo, hay que hacerlo desde la razón, lo contrario es hacer el ‘canelo’, el ridículo, cuando no, respirar por la herida de la impotencia.

A la oposición se va, se manda a los que han perdido las elecciones, y eso lo hace la ciudadanía en las urnas, de manera que no sirven pataletas, pues no queda otra que esperar a que el gobierno, gobierne mal para que la oposición le reemplace en las urnas. Así de bien pensada es la democracia.

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En cualquier caso me parece una equivocación ejercer una oposición ‘asilvestrada’, a fuerza de manejar con trazo gordo la descalificación, la ofensa, el exabrupto, sin otra intención que la de ofender, la mentira, cuando no la acusación sin pruebas solo por hacer productivo lo de criticar que algo queda. No se debe hacer oposición que no sirva para mejorar la gobernabilidad, hacer oposición en beneficio propio, es trabajo rastrero, hacer oposición en beneficio de la ciudadanía es un trabajo digno y muy necesario, pero eso no está al alcance de una oposición vulgar, pues requiere el esfuerzo y la sabiduría de políticos de clase.

En más de una ocasión para lograr una ventaja que venga a beneficiar a los gobernados, los que gobiernan han de contar con el respaldo de la oposición, que deberá poner en práctica que lo suyo es como lo de un director de orquesta: el punto clave está en saber dejar quieta la batuta en algunos momentos para no molestar a los músicos. La oposición como Dios manda es un ejercicio político tan democrático como gobernar, en ocasiones si me apuran, diré que incluso más, por lo menos engrandece a quien así actúa.