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Estos días recuerdo cuando iba de la mano de mi padre al rastro de Valencia y a la vuelta a casa veníamos con una estatua pequeña tallada de madera de don Quijote, en cuyo pedestal había escrita una frase: «Vuela, paloma sin alas». Ahora no sé dónde está la talla del genio Quijote. Lo que sí tengo cosido a la memoria es la frase. Muy oportuna en estos momentos. «Paloma sin alas, vuela». No tenemos la libertad de salir, de volar. Solo tienen la fortuna de salir un poco más aquellos que trabajan, los que tienen animales de compañía, los que van a comprar alimentación o medicinas, y hasta los que van a tirar la basura.

En el interior de nuestros hogares, no ha pasado ni una semana y ya en dos días mi móvil arde de actividades para poner el hashtag #quédateencasa #yoestoyencasa del colegio, de las actividades extraescolares. Llega a ser más agobiante quizás que ir a trabajar. También entiendo que es la primera reacción por el confinamiento, la emoción se irá moderando para repartir fuerzas en los días siguientes.

Si sigues a alguien en Instagram o Facebook ya te pone retos. Salen de las teclas actividades de pago o gratis para hacer online como elaborar pan, quesos veganos, manualidades, yoga... hasta hay conciertos en directo. Visitas a museos, teatro, y más oferta de televisión. Esta última opción más que nunca está racionada en casa. Si no estaría todo el día conectada la pantalla o por mis hijos o por mí, no por ver series ni programas sino por escuchar el último parte del Gobierno. Mucho humor nos vamos pasando por whatsapp, llamadas telefónicas, videollamadas.

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Más que nunca estamos conectados unos con otros, haciendo uso de las tecnologías. Más que nunca estamos a la espera de la reacción de nuestro público, seguidores. De que nos hagan un ‘like’, un ‘me gusta’, que nos contesten con inmediatez. También están los emprendedores, que ven una oportunidad quedarse en casa. Buscan ideas nuevas u originales en estos tiempos de confinamiento, y contención. Es el momento perfecto para ser originales y que te vean. Es el corte de oportunidad, una habilidad comunicativa.

Después están los otros, los que les toca levantar con su trabajo lo que queda de la economía: personal sanitario por descontado, farmacias, supermercados, tiendas de primera necesidad, periódicos, quioscos, bancos, colegios solo cierto personal docente, y no docente. Personal de aeropuertos a mínimos. Y los que se quedan en casa haciendo teletrabajo. Ellos lo viven desde la responsabilidad, aunque también conectados a la pantallita.

Es la radiografía de un país de gente que se hace grande ante las adversidades.