TW

¿Tú crees, amigo lector, que si me quejo de que algo de lo que se está haciendo no me gusta, se enfadará mucha gente? No sé, como parece que hay sensibleros que tienen la piel todavía más fina de lo normal, no quisiera molestarles. Que yo sé que toca remar todos a una, empujar todos el mismo carro y aplaudir, pero me da un poquitín de reparo ser políticamente correcto a razón de más de 500 muertos por día. Que sí, que son menos que al principio, pero fíjate tú que no me contento con eso. Seré un bicho raro o demasiado exigente.

Porque, a estas alturas, si me da la gana explotar y ciscarme en todo lo que se me ocurra, no es por ser afín a una u otra corriente política. Es, casi, por salud mental y equilibrio emocional. Llevamos un mes en una situación que, si bien ha conseguido algo, no lo ha conseguido todo ni lo mínimo para que nos contente, y tratar de frenar el cabreo general por el miedo al qué dirán o porque alguien con una asquerosa y cuestionable superioridad moral te rebata públicamente cansa.

Tenemos derecho a quejarnos y, casi, la obligación. ‘No sumas’, podrás decir, pensar u oír que dicen los que, por lo que parece, ven normal que cada día se mueran unas 500 personas. Pues sí, no sumo, es verdad y te añado, me enfado. Ni encontraremos el culpable ni nadie pagará justamente lo que merece por el valor de sus actos y habremos enterrado a más de 20.000 personas sin poder ni siquiera pegar un grito o soltar una mala palabra. ¿Te parece bien?

Noticias relacionadas

Además de esas 20.000, tengo 200.000.000.000 razones más para sentirme como si me hubieran mentido y tomado por tonto. Una por cada euro que prometió el que manda para que no nos preocupásemos por lo que estaba por venir. A día de hoy estoy convencido de que esa cantidad de dinero que queda tan bien en un titular, que llena tantas bocas y provoca tantos aplausos, la están repartiendo de moneda de céntimo en moneda de céntimo y que por eso tarda tanto en llegar esa ayuda.
Que sí, que es una situación impredecible, inaudita y no sé qué más. Pero a estas alturas que se hayan comprado miles de pruebas defectuosas debería servir, como mínimo, para que a alguien le cayera la cara de vergüenza. Y si encima le sumamos las miles de mascarillas repartidas entre las comunidades que se están recogiendo porque también son fraudulentas, da para que, si te apetezca, te enfurruñes con alguien. Aunque sea el becario, que seguramente es el que tenga la culpa de todo.

Espero que nadie se enfade, de corazón. No querría que además de parecer tontos lo confirmásemos con nuestros actos.

dgelabertpetrus@gmail.com