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Seremos pocos los que nos hemos dado cuenta, pero parafraseando y adaptando una de las frases más peliculeras de la historia: «¡Moncloa, tenemos un problema!». Llevamos más de 40 días confinados y confitados y tenemos unas de salir que seguramente no te has dado cuenta de que no he escrito ‘ganas’. El problema, como te comentaba, es que ahora mismo estamos todos pendientes de la ‘Desescalada’ y resulta que esta palabra no existe, o al menos no la contempla el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Puestos como están algunos y algunas en controlar los whatsaps que se envían, perdón, en desmontar bulos cibernéticos, imagino que se les habrá pasado por alto que la palabra elegida por el líder supremo para alentar al personal está inventada. ¿Es una mentira? Menos mal que el presidente optó por avisarnos por la televisión del plan porque si lo llega a hacer por móvil, lo mismo alguien le dice algo, o le prohíbe enviar el mensaje.

Desescalada. ¿No se podría haber elegido otra palabra? «Ya está otra vez el pepero quejándose por quejar», dirá alguno. Pero, imagínatelo, el presidente atendiendo a los periodistas –a los que no deja preguntar según qué- y soltándoles: «En unos días empezará la Flusfliflasi, o la PostVirusParty». Es otra cosa, ¿o no? Sonarían algunas carcajadas, lo comentaríamos en nuestros grupos y pensaríamos que menudo líder supremo más salado que tenemos, a pesar de las más de 24.000 muertes.

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Inventarse palabras es un arte al alcance de muy pocos. Yo, por ejemplo, digo muchimillonario, tontología y alguna más que no recuerdo y que te suelo compartir por aquí a consciencia de que si Miguel de Cervantes levantara la cabeza, primero, se llevaría un buen coscorrón al darse contra el ataúd, y luego se enfadaría conmigo. Pero lo llevo bien, me importa poco. Mi audiencia es más limitada que la de los discursos presidenciales por lo tanto se reduce potencialmente el daño colateral que le pueda hacer al lenguaje.

Yo me desescalo, tú te desescalas, ella se desescala, nosotros nos desescalamos y ellos se descojonan, con perdón. Que en el discurso más importante de la nación en años se apueste por un palabro que, si no me equivoco, es una adaptación de una expresión en inglés, dice mucho de quién lo pronuncia y de quién se lo prepara. Tiene tintes a improvisación.

En realidad, lo que queremos todos es regresar a la normalidad. Perdón, a la «nueva normalidad», cuanto antes. Bueno, a mí con salir un rato a correr sin que nadie se enfade ya me va bien para empezar.