TW

Te enfundas los kilitos del confinamiento en las mallas y te calzas las zapatillas de deporte para saborear esa primera carrera o paseo del 2 de mayo. Sabes claro está que hay un horario por edades y un kilómetro para desfogarte, parámetros que muchos han interpretado a su manera, muy flexible. De repente, en la urbanización que siempre está solitaria, con o sin estado de alarma, hay tramos que parecen -o a ti te lo parecen-, la gran vía de una ciudad. Y sientes un puntito de angustia en la boca del estómago, no sabes cómo guardar la distancia de seguridad, avanzas en zigzag, y allá donde mires te imaginas esa nube cargada del maldito virus que tantas veces has visto en el móvil, la recreación del halo de diminutas partículas que a todos nos acompaña y se mueve silenciosa entre los pasillos de un supermercado, cuando toses o solo respiras, vamos, lo que es simplemente existir. Y piensas que en uno de esos paseos abarrotados de Madrid o Valencia la aprensión daría lugar fácilmente a la ansiedad.

Noticias relacionadas

No se asuste si le ha sucedido algo similar porque no es una persona rara, la sensación tiene nombre y se llama Síndrome de la Cabaña y es el miedo a volver a salir. Más palabras y conceptos que añadir en la ruta hacia esa nueva normalidad que necesariamente se contrapone a la antigua y que nos genera sentimientos contradictorios. Porque estar a gusto en la cabaña parece insolidario, egoísta, extraño, cosas de huraños, pero a ti ya no te apetece correr en medio de esa riada humana. Y parece que antes solo hacíamos eso, no estar quietos. Ya lo decían los psicólogos, que el confinamiento pasará factura emocional, y parecía que no podía ser, que son cosas que les pasan a los otros, como los contagios y los muertos, cifra abstracta de las noticias hasta que a uno le toca vivirla.

El consejo para los que volvieron cabizbajos y con ganas de entrar a tocar todo libremente en su casa el pasado sábado es ir poco a poco, no darse un atracón de desescalada, y saborear alguna buena noticia del encierro: como el enorme aumento del préstamo on line de libros, con 467 usuarios más de la eBiblio en mes y medio. Una cifra a celebrar entre la ruina de esta pandemia.