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Cuando alguien dice «estoy para la fábrica de pegamento» significa que está agotado y envejecido como un caballo de los que suelen llevar a la fábrica para ser hervidos y convertidos en pegamento. Los viejos estorban a los jóvenes, y más hoy en día, cuando los viejos que alcanzan los cien años surgen con cierta frecuencia, y algunos incluso superan la enfermedad del coronavirus. La llamada «cola animal» es un adhesivo que se crea por ebullición prolongada de animales de tejido conectivo. El animal más usado para este fin es el caballo, pero también se usan otros animales, como conejos y peces.

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Por otro lado es conocida la leyenda de «Sa roca de sa paciència» que se halla situada en la carretera entre Maó y Ciutadella que construyeron los ingleses, conocida como Camí d’en Kane, porque el gobernador Richard Kane fue su promotor. La roca se puede encontrar en el tramo del camino que va de Maó a Alaior, a unos 200 metros del término de Maó, a mano izquierda. Cuentan que un hijo llevaba a cuestas a su padre al hospital, porque no podía hacerse cargo de él, y se detuvo a descansar junto a esa roca. Entonces el padre le dijo: «Ten paciencia, hijo; yo también me detuve aquí hace años, cuando llevaba a mi padre al hospital». Al oír eso, el hijo volvió a cargar con su padre y regresó a casa, pensando que no quería verse él mismo en aquella situación, que no quería que al cabo de algunos años su hijo le llevara al hospital.

Y sin embargo, hoy en día las residencias de ancianos estén llenas de gente «aparcada» allí por hijos demasiado atareados para poder dedicarse a sus padres, a menudo enfermos y hasta atacados de demencias seniles que les impiden reconocerlos. Estas residencias han sido tristemente famosas últimamente, porque muchas han sido pasto del coronavirus, que no ha dejado títere con cabeza entre los viejos. Los muertos han sido enterrados en soledad dentro de ataúdes sellados y sus cadáveres ni siquiera se han aprovechado para hacer pegamento, lo cual no habría sido en modo alguno cristiano. Pero tampoco lo era morir en soledad, en hospitales desbordados cuyo personal se veía obligado a dejar morir a los más débiles, a los menos salvables por falta de material. Personal que en algunos casos aún espera que les hagan el test del coronavirus y que ha caído de modo lamentable en todo nuestro país donde, eso sí, se hacía el test oportunamente a los futbolistas. Y es que un viejo es menos que un joven, y un médico menos que un futbolista.