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Qué bien sienta tomarse unos días de relax. Aunque lo fácil pasa por pensar que habiendo tenido tres meses de confinamiento es imposible estar cansado o sobrecargado, lo cierto es que mi encierro fue parcial, sin dejar de teletrabajar y, por momentos, estuve confitado, más que confinado. Para ser realistas, las vacaciones sientan bien y más para un autónomo que no está acostumbrado a desconectar.

La palabra vacaciones viene del griego “Tumbarse a la bartola” y del fenicio “desconectar de todo para conectar contigo mismo”. Estoy tan acostumbrado a invertir mis vacaciones en descubrir un país nuevo a golpe de mochila, improvisación y adrenalina que si me escapo un fin de semana largo para no hacer nada, me sabe a gloria. Terracita, cartas, cerveza, amigos y familia es una receta que no sale en ningún libro de cocina pero que te recarga de energía y de vida.

La verdad es que se necesita poco para ser feliz, o se debería necesitar poco, porque cada vez nos complicamos más la existencia buscando lo que obviamos mucho más cerca de lo que pensamos. Me parece que la esencia de lo que tienes cerca y a veces no valoras lo suficiente es mucho más especial que aquello de lo que has oído hablar, de lo que has leído o de lo que has imaginado. Es más especial, sí, pero no es lo mismo, y por eso creo necesario que las dos cosas son complementarias.

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Necesitas encadenar tres vuelos que conectan tres continentes distintos en 36 horas de paliza para valorar todavía más los 20 minutos que tardas en llegar a Es Murtar, por ejemplo. O quemarte la lengua y los sentidos con un plato delicioso, especiado, picante y sabroso, para recordar que pan tostado con sobrasada y queso es un manjar divino. Tienes que, por ejemplo, compartir arrecife de coral e inmersión con un puñado de tiburones para valorar el banco de ‘oblades’ que reina en Binisafúller.

No existe un destino de vacaciones o de viaje mejor que otro; son todos maravillosos y de todos aprendes. Cuando viajas no hay una decisión errónea, sino que se convierte en un aprendizaje o en una anécdota. No es tan importante dónde vas sino con quién vas o qué te vas a encontrar, o, por encima de todo, lo que vas sentir y lo que te van a hacer sentir.
Tengo la sensación de que el mejor viaje siempre está por llegar, pero que lo importante es ir acumulando experiencias. Y que la verdadera sensación de satisfacción la encontrarás más dentro de ti que en el lugar que te rodea. Aunque el templo de Angkor Bat, en Camboya, siga siendo una de las cosas más espectaculares que he visto. Igual que un amanecer en Es Murtar.

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