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Tenemos la memoria más corta que las mangas de un sostén. O que el sentido común de un irresponsable. O que el vocabulario de un mimo. Y tenemos, también, una capacidad brutal para llorar con lágrimas de cocodrilo, que son aquellas que brotan pero que están vacías porque, en muchos casos, en realidad ni nos importa el motivo por el que lloramos.
Lo de la covid-19 nos importa un pepino. O dos pepinos, para qué negarlo. No hablo solo a nivel de Menorca porque, afortunadamente, por aquí el virus pulula mal y poco, sino de todo en general. Los casos de contagios están subiendo y, a diferencia de hace unos meses cuando estábamos confinados -¿Te acuerdas cuando estábamos convencidos de que aquella situación nos había hecho mejores personas, más maduras y más responsables?-, ahora la culpa es entera y enterita nuestra.

Porque somos unos egoístas. Egoístas, si lo prefieres con mayúscula. Porque son más importantes nuestras vacaciones que lo que le pase a la sociedad. Que los rebrotes aumenten no es culpa de ninguna mala gestión más allá de nuestras decisiones. Somos tan tontos que, cuando regrese el tiempo de quedarnos en casa y de que los negocios cierren, que pondremos cara de incrédulos y nos preguntaremos el motivo. Y, seguramente, juraremos y perjuraremos que, si nos dan una segunda oportunidad, lo haremos mejor.

Y no lo haremos. Porque nos lo tomamos por el pito del sereno. Lo que nos importa es salir a tomar algo, pasarlo bien, y todo que vaya más allá del nosotros, nos sobra. Por mucho que quede la mar de bien compartir un mensaje o una foto con un mensaje filosófico.

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Ni nos importa, ni nos importará. Aunque la mayoría tenga un mínimo de empatía para con el resto, lo cierto es que una cantidad importante de gente está pasándose por el forro la mascarilla, las recomendaciones, los espacios de seguridad y hasta el gel hidroalcohólico, algo que puede que refresque, pero también irrita.

Espero que estemos viviendo el verano de nuestras vidas porque después de que nos hayan robado la primavera, cada vez veo más factible que el otoño empiece antes y se alargue más de lo que nos gustaría.

Si la solución para que nos pongamos la mascarilla pasa por el hecho de que nos multen, no hace falta decir mucho más El sentido común es el más común de los sentidos pero también el que más brilla por su ausencia cuando ni está, ni se le espera.


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