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La transparencia también es salud. La asociación de ideas corresponde a uno de los barones del PSOE, Javier Lambán, presidente de la comunidad de Aragón, una de las que más padece los rebrotes en esta etapa que se está aproximando peligrosamente a la penúltima normalidad, la del confinamiento.

Crítico en ocasiones con su arrogante líder, Lambán ha exigido al ministro de Sanidad que homologue y verifique los datos sobre el coronavirus que publicitan todas las autonomías para que la información oficial sea realmente equiparable. Sostiene que en el incomprensible baile de cifras la suya es una de las comunidades más perjudicadas en aras a esa transparencia que otras no tienen.

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Transcurrido casi medio año desde el inicio de la pandemia las cifras de las víctimas mortales siguen ocultas en el triángulo de las Bermudas. A pesar de la opacidad reiterada del gobierno, hasta su diario más afín, El País, informaba el sábado que superaban las 44.000, cuando entre Illa, Sánchez y Simón la cifra a duras penas ha alcanzado los 28.000, una diferencia abismal.

El gobierno y los diputados de su color, ahora en plena campaña de promoción del presidente a base de ovaciones que retroalimentan su vanidad, buscó la interpretación de los datos que más le convenía. Un día no había muertos en todo el país, al mismo tiempo que desde las comunidades se decía que sí los había habido. No ha sido seria ni rigurosa la gestión de la información desde el primer día, ni lo sigue siendo ahora que las decisiones han regresado a los territorios. Incluso el comité de expertos en el que se justificaban para las decisiones de la desescalada fue pura invención.

Esa falta de rigor informativo distorsiona el presente y desvirtúa la credibilidad no solo interior sino exterior. Se quiera o no, ese es un argumento más que sostiene posturas tan perjudiciales como las de Gran Bretaña o Francia en relación al turismo del que vivimos.