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Se impone hablar de las palomas torcaces, aunque nosotros las llamamos «tudons» «Paloma torcaz: paloma robusta y poderosa. En invierno, la población ibérica de torcaces se ve reforzada por millones de palomas procedentes de Europa». Esto me anima, porque si no tenemos turistas europeos, por culpa del virus, al menos tendremos torcaces. «Su arrullo, grave y potente, está formado por cinco sílabas: gu-guu-gu, gu-gu)» Ya se ve que, si no canción del verano, tendremos canción del invierno: «Gu-gu» etcétera. «Tudó: espècie de colom de costums poc sociables; gras com un tudó: es diu d’una persona molt grassa». El refrán más bonito que he encontrado sobre palomas es: «Paloma que va volando no dice a dónde ni cuándo». Esto debe de ser la libertad, que es uno de los bienes más preciados por el género humano. Y un titular entre tantos: «Los reyes promocionan el principal monumento prehistórico de Menorca». «Los reyes han visitado la Naveta des Tudons para promocionar el turismo de la isla. Su nombre significa la nave de las palomas torcaces». Creo que en un medio de alcance nacional se dio la medida de la ignorancia en torno a nuestra cultura diciendo algo así como que los reyes habían visitado una fábrica de queso «y una nave llena de palomas». «E la nave va» como dijo Fellini. La Naveta des Tudons es una construcción funeraria de la prehistoria menorquina; el monumento está considerado como el edificio íntegramente conservado más antiguo de Europa. Lo que no he visto es la explicación de que la naveta se llama des Tudons porque está situada en el Lloc des Tudons, que supongo que alguien traduciría por el «Lugar de las Torcaces» pero que en realidad se trata de la finca llamada des Tudons.

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Ya ven que la visita real da mucho de sí, no ya en sentido político, sino en el terreno meramente lingüístico y anecdótico. Pero también nos habla del desconocimiento de nuestras tierras, costumbres y lengua desde la distancia. Ahora dicen que con lo de la pandemia el turismo de masas va a terminar, pero no sé si va a hacerlo la ignorancia general de nuestra cultura de la que esa clase de turismo de sol y playa, paella y sangría, --charanga y pandereta, como diría Machado- ha hecho siempre gala. En eso nosotros también somos culpables, porque desde siempre hemos dejado pasar inadvertido lo nuestro a veces hasta el punto de ser analfabetos en nuestra propia lengua. Para valorarlo necesitamos que venga alguien de fuera, como si fuéramos hijos de un dios menor.