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No se trata de imaginar una situación imposible para dar consistencia al argumento, sino de reflejar una posibilidad real como es un desplazamiento con extrema urgencia en la carretera general, a partir del último suceso ocurrido la semana pasada en Es Pla Verd.

¿Qué habría sucedido si una mujer fuera de parto al Hospital Mateu Orfila aquel día, desde Ciutadella a Maó, o un hombre precisara un traslado apresurado al mismo centro hospitalario tras sufrir un infarto, un accidente o cualquier otra situación límite? Hubiera ocurrido entonces que su supervivencia se habría visto puesta más en peligro todavía porque la ambulancia se habría quedado literalmente bloqueada en la principal arteria de la Isla, sin más solución que el insólito tránsito entre fincas por caminos de vacas. Esa es la alternativa tercermundista que ofrece la remodelación de la ‘general’ en el tramo de Es Pla Verd donde un camión volcado ocupó toda la calzada, incluidos los arcenes.

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Son situaciones que pueden darse, nadie puede negarlo porque este tipo de desplazamientos son diarios o, cuanto menos, frecuentes y la carretera en temporada alta sufre una elevada presión de tráfico. Incluso este verano, con un 22 por ciento menos de vehículos en circulación, se han experimentado largas retenciones por cables destensados y accidentes de tráfico. El perjuicio ocasionado en todos los casos para personas que se desplazan de un lado a otro de la Isla o se dirigen a puertos o aeropuertos resulta lamentable.

Por encima de todo, sin embargo, debería prevalecer el principio de la máxima seguridad. Basta que una carretera ajustada al tráfico que soporta en los meses de mayor concentración evite un mal mayor para que se justifique cualquier intervención que amplifique sus dimensiones en lugar de apostar por proyectos que no conjuran el peligro que deberían aunque acaben siendo los que se impongan.