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Hace unos ocho meses que empezó el proceso de primarias en Estados Unidos para las próximas elecciones presidenciales en noviembre.

Como es habitual, el Partido Demócrata hizo unas encuestas sobre los candidatos que se presentaban en aquel momento, una docena más o menos. Preguntaron por los candidatos a presidente preferidos, yo escogí a dos: Elisabeth Warren y Bernie Sanders. Dos políticos comprometidos y progresistas que tenían unos objetivos claros.

También preguntaron por los candidatos que en ningún caso apoyarías, yo señalé a uno: Joe Biden, un hombre soso sin más plan que llegar a ser presidente y sumiso a Wall Street.

Joe Biden y Kamala Harris

Tengo la impresión que el diablo me envía estas encuestas para que se transformen en una maldición para los candidatos. Así los dos que escogí se hundieron y Biden ha salido ganador. Al empezar las primarias, Sanders iba a la cabeza con un apoyo entusiástico principalmente de los jóvenes. Eso preocupó al aparato del partido que empezó una campaña contra Sanders y a favor de Biden.

A los poderes económicos no les hacia ninguna gracia que un hombre como Sanders fuera candidato a la presidencia. La campaña que se montó se basaba en el argumento de que Sanders era demasiado de izquierdas para ganar a Trump. La campaña tuvo éxito y Biden pasó a encabezar las primarias ganando finalmente la candidatura a presidente.

Desde que Biden pasó a ser el cabeza de las primarias, él intentó ganarse el ala progresista del partido. Un aspecto en el que empezó este juego fue en el de seleccionar la persona a ocupar la vicepresidencia. En ello mostró su poca habilidad. Después del 8-M, aprovechó para decir que escogería a una mujer para la vicepresidencia y después de las manifestaciones sobre black lives matter añadió que seria una mujer de color.

Es típico de quienes quieren pasar por progresistas tomar esas posiciones. No se dan cuenta que haciendo esas declaraciones degradan la elección que hagan. La gente luego dice que si esa es la vicepresidenta elegida es por ser mujer de color, no porque se lo merezca. No hacia falta poner ninguna condición ya que hay muchas mujeres preparadas para el puesto.

La decisión final sobre la vicepresidencia la hizo la semana pasada justo antes de la convención del Partido Demócrata. Kamala Harris fue la elegida, una mujer de gran energía y capacidad para el puesto. Es algo más centrista que los candidatos que yo elegí en la encuesta, pero estaba en mi lista de posibles candidatos progresistas. Si el equipo fuese Kamala Harris como presidente y Biden como vicepresidente, estaría yo encantado.

Kamala Harris ha defendido siempre los derechos de las mujeres al aborto, tanto en su puesto político actual, senadora por California, como cuando era fiscal general en California. Ha apoyado iniciativas a la reducción de emisiones en Estados Unidos y el acabar con el uso de combustibles fósiles. En el Senado apoyó la iniciativa de dar 2000 dólares al mes a todas las personas adultas durante la crisis del coronavirus. También ha apoyado las iniciativas de Bernie Sanders para dar seguro medico a todos los ciudadanos.

La primera reacción de Trump al nombramiento de Kamala Harris fue poner en duda si podría ocupar la vicepresidencia por las mismas razones que batallaron durante años a Obama, por si era realmente ciudadana americana al nacimiento. También aprovechó para llamarla mal educada por su comportamiento durante las primarias.

Por tanto, la reacción ha sido lo natural en él, montar una trama conspiratoria e insultar.

Ahora, Trump está desmontando los servicios de correos de Estados Unidos. Les ha cortado casi toda la financiación y quiere cerrar el sistema. Uno de sus argumentos es la de la eliminación del voto por correo, ya que dice que es fuente de falsificación de votos. Lo que quiere es cortar el acceso de muchos votantes a las próximas elecciones. Es una medida increíble propia de un dictador fascista, que es lo que le gustaría ser.

Mientras, lejos de mi taller de escultura en donde puedo mitigar mi rabia y mi tristeza con fuertes martillazos a un viejo tronco de árbol, hay que aguantarse.