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Al exministro le deben pitar los oídos hasta crearle sordera por el andamiaje que creó para que la economía municipal no se cayera por el precipicio. Algo bueno debió hacer Cristóbal Montoro cuando esa estructura pervive dos años después del cambio de gobierno, los dardos hacia el hombre que puso bridas a los alcaldes y alcaldesas manirrotos y manirrotas son hoy sol sobre el páramo.

Lo acaba de demostrar la ministra María Jesus Montero, quien tras el desaire recibido en el Congreso de los diputados y las críticas de alcaldes de todos los colores, ha anunciado que se carga la regla de gasto y deja que los ayuntamientos hagan uso libre del superávit con la condición de que no haya desequilibrio presupuestario. Es decir, que podrán gastar un poco más, solo un poquito, aunque el anuncio traiga música de desahogo.

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Por qué lo hace ahora la ministra, la triste Montero a la que en el debate del Congreso dejaron sus compañeros sola como la una en el banco azul. Porque ahora se puede, porque la Unión Europea también ha suspendido el pacto de estabilidad presupuestaria a causa de la crisis socioeconómica que nos ha traído el coronavirus.

Fue la Unión Europea la que obligó a la estabilidad presupuestaria y, por ende, al andamiaje que aquí lleva el nombre de Montoro. Mientras dura esa suspensión también se afloja la ministra con la regla de gasto, otro de los corsés criticado por los munícipes, que necesitan atender las crecientes necesidades de sus pueblos y vecinos.

Pero por alguna razón, la fortunita ahorrada por obligación, eso que llaman remanentes de tesorería, seguirán en el banco. Lo que se guardó en la crisis del 2008 es posible que no aflore hasta pasada la de 2020 y por mucho que insistan interesadamente en culpar a Montoro, él no es el culpable de que esos fondos sigan sin ser liberados con o sin chantaje del Gobierno.