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Hoy hace justo noventaiocho años que Howard Carter, el arqueólogo, y Lord Carananvon, el rico que le pagó los gastos a Howard, entraron a la tumba del faraón Tutankamón. Eran los primeros humanos, después de 3.000 años, que pisaban semejante lugar. Que se sepa el señor Carter no pronunció ninguna frase épica para el momento, a lo Neil Armstrong (para los defensores de la enseñanza privada pagada con dinero público: ¡no confundir con Louis Armstrong, el gran músico de jazz!) cuando pisó la Luna y dijo aquello de: «Hoy es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la Humanidad». Pero lo que sí nació tras entrar en la tumba del faraón más famoso de todos los tiempos fue la conocida como «la maldición de Tutankamón».

Vale, tenemos muchas cosas rondando por el coco como para estar ahora con efemérides y leyendas de maldiciones, pero ya les digo que si no paramos un poquito de comernos datos de actualidad y de reojo miramos al pasado, nunca entenderemos nada y nos va a coger una ansiedad que no bajaremos ni con toneladas de Diazepam. Además, la Historia tiene algo de cíclica, y hace apenas doce días que unos arqueólogos egipcios han encontrado cien sarcófagos intactos en la necrópolis del desierto de Saqqara, que se suman a los trece que encontraron hace un par de meses.

Dicen que el estudio de dichos sarcófagos aportará datos muy interesantes que nos ayudaran a entender mejor nuestra Historia, pero ojo, ya hay muchos que viendo lo que pasó con ‘Tutan’ como lo conocían sus amigos, o ‘Cabronkamón’ como lo llamaban sus esclavos, prefieren que dejen los sarcófagos bien cerraditos, que este no es año para molestar a posibles espíritus. Es más, parece que la caja de Pandora se ha abierto sola… ¿o tal vez son los herederos directos de Adolf Genocida Bigote Ridículo Hitler los que están propagando las siete plagas? Madre mía, qué cacao, mejor pasamos de párrafo y le dejamos este tema a los cospiranóicos y a los que afirman que los gais tienen que ir a terapia para encontrar su auténtico «yo».

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El caso es que los sarcófagos ya los están abriendo, así que los supersticiosos que hagan todos los rituales de protección que crean convenientes, como santiguarse con los dedos mojados en vino, y el resto que se abra una cerveza y se sienten a esperar acontecimientos. Porque intentar prever y organizarse es misión imposible y frustrante. Hacer planes, queridos lectores, es inútil.

Va un ejemplo. La familia Pons, gente muy sensata, tenía sus Navidades pandemiosas planificadas, decidieron que se reunirían por partes en los días más señalados de fiesta para poderse ver todos aunque fuera en grupos de diez. Pero amigo, el lunes mismo volvieron a limitar en nuestra Menorca los encuentros a seis personas, así que los Pons, que tienen muchos hijos y muchos nietos, tendrían que hacer cenas y comidas de aquí al verano para fraccionarse y poder cumplir con las restricciones. Y obviamente no es plan ponerse el gorro de Papá Noel en agosto, excepto para los asistentes a una rave donde se haya consumido mucha droga de la que te dan sin receta.

Que nadie se venga abajo, los Pons tendrán su Navidad, atípica pero la tendrán, y en cuanto llegue el verano, le han prometido a la abuela que la van a achuchar muy fuerte y que se comerán sus formatjades caseras de dos en dos. Todo eso, claro está, si no encuentran algún virus de mierda en los sarcófagos que están abriendo. Joder, no hemos aprendido que cuando no se está mal, lo mejor es quedarse quieto. Feliz jueves.

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