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«There is a war between the rich and the poor» canta Leonard Cohen. «Hay una guerra entre los ricos y los pobres». Y según dicen, Ada Colau anima a no comprar esta Navidad en Amazon y sí en comercios locales. Las contradicciones de estos tiempos de recesión se suceden, y algunos políticos animan a comprar en Amazon para no tener que salir de casa y propagar aún más el coronavirus. Es una guerra entre grandes y pequeños, poderosos e indigentes. Lo de Amazon hace referencia a la competencia entre grandes espacios comerciales y pequeños negocios de barrio, la tienda de la esquina. Es lo de la película Y»ou’ve got mail» («Tienes un e-mail») en la que la propietaria de una pequeña librería ve peligrar su negocio cuando una cadena de grandes librerías abre un espacio cerca de su establecimiento. En la película la cosa se arregla con el amor entre los protagonistas, pero la realidad del gigante Amazon con los pequeños comercios no sé si da para mucho amor. También en el sentido de competencia entre grandes y pequeños se ha hablado estos días de la poetisa Louise Glück, reciente premio Nobel, cuyo agente, Andrew Wylie, retiró por sorpresa los derechos a Pre-textos, su editorial española durante quince años, dejando al editor, Manuel Borrás, ante la perspectiva de tener que destruir todos los libros que posee de la autora. Lo dicho, poco amor entre grandes y pequeños, o el negoci no té cor, el negoci no té entranya, como decían en «El retaule del flautista», de Jordi Teixidor.

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Pero hay algo más: la pescadilla que se muerde la cola. Los grandes editores apuestan por vender, pese a que a menudo el hábito de lectura de la gente no permita la realización de tiradas millonarias. Los escritores noveles y los auténticos, los que escriben intentando la creación de grandes obras en lugar de pensar en grandes ventas, a menudo tienen que recurrir a editores pequeños. Sus libros apenas llegan a las librerías de barrio y son a menudo ignorados en los grandes espacios. Hoy en día, existe la posibilidad de la edición digital, que Amazon domina perfectamente y aun la alterna con la impresión en papel para quien lo pide. Esto supera desde luego a los pequeños comercios, pero también a los grandes, porque además es el signo de los tiempos. Editar un libro de modo casi artesanal resulta muy caro, editarlo de forma digital es muy barato. No les digo nada cuando se trata de distribuir un libro de papel por todo el mundo, en comparación con hacerlo de forma digital.