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Comenzamos de nuevo con una pregunta a bocajarro: ¿cuánto han envejecido en el último año queridos lectores? Biológicamente está claro que todos tenemos 365 días más encima de nuestro organismo de mamíferos placentarios, pero también parece evidente que, de una forma u otra, todos hemos envejecido más de la cuenta. Las situaciones de estrés prolongadas no traen nada bueno, ya sabemos que el corazón bombea más rápido cuando sentimos mucha presión y entre otras cosillas el estrés nos regala generosamente dolores de cabeza, insomnio, diabetes, eccemas, presión arterial alta, insuficiencia cardiaca, depresión, una notable bajada de nuestras defensas y unas altas dosis de mala hostia que cuesta muchísimo quitarse de encima.

Por supuesto todos los problemas de salud, y todos los problemas económicos, generan unos contextos muy chungos, donde se hace muy cuesta arriba navegar con sosiego. Pero es que además de eso está la maldita curva del ‘hartazgo’. ¿Cuándo superaremos esa sensación de aburrimiento y cansancio fruto de la vida repetitiva y monótona a la que nos han condenado? A no ser que disponga de unos 50.000 euros para irse a Dubái con el paquete que ofrece el club privado Knightsbridge Circle. Esta gran oferta incluye las dos dosis de la vacuna, mayordomo privado durante la estancia en una suite de lujo, y la posibilidad de adaptarla a los gustos de cada cliente ofreciendo además excursiones por el desierto, o adiestramiento en la caza con halcón. No me digan que no es un chollo. Además si se dan un paseo por los clubs más exclusivos de la ciudad igual, se encuentra con algún rey que se está dando una jubilación de lujo pagada con el dinerito de todos los tontos contribuyentes que no tienen sangre azul. Ya sabemos que el estrés va por barrios, unos se estresan por no poder llenar la nevera y otros porque su Rolex retrasa unos segundos. A los primeros respeto, a los segundos profunda desconsideración.

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No sé qué pensarán ustedes, pero algo que cansa mogollón es sentirte siempre actor principal, o como mucho actor secundario, de tu propio entorno, me intento explicar después del punto. Como han ido reduciendo el número de personas con las que podemos interactuar, dejándolo prácticamente a convivientes, cada silencio coge más peso, cada gesto es más observado, cada palabra cobra más importancia, es casi imposible moverse fuera de plano o aparecer solo como un mero figurante en escena. Cuando podíamos socializar libremente nos podíamos perder entre la gente, podíamos observar tranquilamente desde una rincón, la película era mucho más coral, había menos primeros planos, y el peso del guión se repartía entre muchas más personas. Porque además, al no tener vivencias fuera de grupos tan reducidos, al no poder vivir experiencias nuevas, los temas de conversación se agotan, y tenemos las plataformas de series y películas más quemadas que el Amazonas, por cierto, vaya mierda de tipo el Bolsonaro y todos los que comparten su diarrea ideológica (esto último no venía a cuento, pero había que decirlo).

Acabemos con un deseo, ojalá a no mucho tardar podamos compartir el número de cervezas que queramos con el número de personas que nos dé la gana, de lo contrario sé que mi pareja empezará a ahorrar para que me vaya a Dubai a currar de mayordomo de millonario, o a la quinta puñeta a hacer mohines, con tal de descansar un rato de un personaje que ya tiene demasiado visto. Yo preferiría ir al Metropolitano a ver a mi Atleti, pero es lo que hay. Feliz jueves.