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Poco tiene que ver el centro de Maó con el de hace 20 años. Han cerrado, abierto, vuelto a cerrar y reabrir decenas de locales comerciales, también ha cambiado el sentido de la circulación y se han suprimido plazas de aparcamiento como paso previo a la peatonalización de la mayoría de arterias que conforman el núcleo histórico de la ciudad.

Pese a los reticencias iniciales, que son inherentes a cualquier modificación, el resultado final observa muchas más ventajas que desventajas. Pasear por la almendra comercial de Maó es cómodo y tranquilo. La sustitución del pavimento y la eliminación de las barreras arquitectónicas suponen medidas que proporcionan más seguridad, acentúan la accesibilidad y se ajustan al progreso que marca la concesión de todo el protagonismo urbano al transeúnte.

Llama la atención, sin embargo, que así como los sucesivos consistorios han dado pasos hacia la pacificación de la ciudad antigua, aplicando remodelaciones que la han mejorado, hayan dejado pasar el tiempo sin la determinación necesaria para actuar en la plaza Esplanada.

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Otrora espacio de reencuentro para niños, adolescentes, adultos y mayores, el tiempo la ha degradado ostensiblemente hasta convertirla en un lugar escasamente atractivo a pesar de su amplitud, e incluso desapacible en determinadas franjas horarias.

El cemento, los obstáculos, su distribución, el deterioro de muchos de sus elementos suponen un contraste feo con las remodelaciones que se han llevado a cabo a partir de la calle de Ses Moreres.

Es el momento ya de avanzar en la toma de una decisión que devuelva a este enclave fundamental del núcleo urbano mahonés el esplendor que merece convirtiéndola en un espacio abierto, luminoso y apacible que atraiga a residentes y visitantes. Es una asignatura pendiente que debería aprobarse cuanto antes.