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Entre los recortes más preciados de la prensa reciente que invaden mi sillón de lectura están los de una polémica    sumamente interesante. La había iniciado en «La Vanguardia» el catedrático de Filosofía Política Daniel Innerarity en un artículo con un título ya de por sí bastante elocuente: «La radicalización de los conservadores», a la que siguió en el mismo periódico una réplica de Lorenzo Bernaldo de Quirós, economista y presidente de la consultora Freemarket con otro epígrafe inequívoco: «La radicalización de la izquierda». Me pareció una controversia prometedora entre personas preparadas y educadas, muy alejada de los habituales intercambios de garrotazos entre hooligans, tan arraigados en España desde Goya.

En su inicial análisis, Innerarity plantea la tesis de que, a pesar de la cacareada crisis de la socialdemocracia, quienes realmente se encuentran en una encrucijada crítica son los conservadores, hostigados por la extrema derecha y al mismo tiempo seducidos, a falta de mejores ideas, por su cacharrería ideológica. Lo que inquieta al catedrático no es la eclosión de la ultraderecha política sino la radicalización de la derecha, su actual enroque en el no a todo, sus tesis apocalípticas y su incapacidad (más bien su sospechosa falta de voluntad) de llegar a acuerdos, especialmente en lo que hace referencia al Poder Judicial, lo que lleva al país a un permanente bloqueo institucional.

Por el contrario, Bernaldo de Quirós atribuye estas lacras -la falta de voluntad de acuerdos, la beligerancia retórica, la polarización-, precisamente    a la izquierda occidental, cuyos valores, para él    están a años luz de los tradicionales de la socialdemocracia, actualmente tan vacía de contenido que se ha embebido de un neo keynesianismo de pandereta al tiempo que adopta con fervor el credo de las diferentes religiones seculares que proliferan en estos tiempos, de la climática a la animalista, pasando por el feminismo radical y otras confesiones de la fe autodenominada progresista (lo que el abascalismo denomina «consenso progre»). Para el economista, el mundo de la izquierda ha degenerado en un universo que se alinea con la derecha identitaria (los extremos suelen acabar por tocarse), poco compatible con las libertades individuales y conducentes a la intolerancia y al sectarismo.

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Volviendo al catedrático Innerarity, carga contra    el uso del poder judicial en las diversas guerras jurídicas que suele emprender la derecha cuando pierde el poder, su irritante indiferencia frente a la corrupción que el PP considera amortizada. Y tiene su gracia el argumento, también usado por el libertarismo conservador de que está combatiendo el pensamiento «políticamente correcto», cuando su lenguaje provocativo y estilo marrullero, «ese punto de arrogancia y desparpajo», al decir de Innerarity, se utiliza no para afianzar el orden democrático sino para subvertirlo en su favor.

Para el economista Bernaldo de Quirós, los viejos ideales de la izquierda se han visto arrumbados y sustituidos por una doctrina identitaria poco compatible con las libertades individuales y conducente a la intolerancia y al sectarismo. Los colectivos articulados alrededor de la izquierda post socialdemócrata se sienten rodeados de enemigos, lo que los lleva de manera inexorable a exigir protección y privilegios del Estado para ellos y coerción para los críticos. Según Bernaldo de Quirós, la izquierda existente en España pretende crear una estructura clientelar que haga sus conquistas irreversibles de cara a un Estado colectivista (bolivariano según la derecha española) que, a su decir, es su agazapada finalidad…

A partir de ahí, cada uno puede dar su opinión sobre radicalismos, más allá de apelativos más o menos ingeniosos como «gobierno social comunista» o «el trifachito».    Particularmente podría asumir partes de ambos planteamientos, pero hay algunos aspectos que no puedo comprender por mucho que me esfuerce: la permanente deslegitimación    de un gobierno impecablemente democrático, la negativa berroqueña a apoyar una reforma laboral en la que están de acuerdo    gobierno, empresarios y sindicatos y el cuestionamiento preventivo del reparto de los fondos europeos. Me cuesta entender el «No es no» que pusiera en su día de moda el actual presidente del Gobierno y al que se abona reiteradamente la derecha española.

Días más tarde, el notario y analista Juan José López Burniol se preguntaba en «La Vanguardia» «por qué razón el Partido Socialista puede coligarse con un partido populista de extrema izquierda como es Podemos, mientras que el PP no podría hacerlo con un partido populista de extrema derecha como es Vox…»    Pero esto abriría otro debate. Mientras tanto, un recorrido por las páginas de opinión de nuestro Diari,    panoplia del pluralismo menorquín y referente de la prensa de proximidad desde la atalaya de sus vigorosos 80 años de edad, puede darnos alguna pauta sobre los diversos radicalismos isleños.