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Vale queridos lectores, aceptamos que vivimos en un mundo donde se le puede añadir cacao al agua, la malta, el lúpulo y la levadura y seguir llamándole cerveza. Así va la mente humana, a su bola, alguien decidió que lo mejor que podía hacer en su vida es añadirle alguna mierda a la bebida de los dioses y se quedó tan pancho. Pues en verdad les digo (léase con tono bíblico y mesiánico) que si hemos tragado con semejante aberración no nos extrañe que nos la metan doblada una y otra vez y nosotros en lugar de quejarnos pidamos más. Y es que nos da más pereza darle a la manivela de las neuronas que a Albert Rivera ir a currar, mira tú, el tipo que cuando estaba en política pedía el despido libre, ahora le reclama a su ex empresa el sueldo de un par de años por su cara bonita. En una cena con Albert, el emérito y el peluquero de Bruce Willis, adivine quién se levantará a fregar los platos… usted, porque los otros tres no han dado un palo al agua en su puñetera vida (chiste malo, verdad irrefutable).

Y dado este nivel de deterioro ético, hay políticas que se atreven a decir que los abusos a menores dentro del seno de la Iglesia «son errores», tócate los pies, el delito de violar a un niño para lo próxima presidenta del país es un «error». Y lo gordo no es que diga semejante animalada, lo flipante es que millones de conciudadanos la votarán para que siga diciendo libertad y una de bravas mientras recorta en sanidad, educación y servicios sociales, privatiza lo público para regalarle negocietes a los amiguitos, tapa casitos de corrupción varios, se llena la boca diciendo comunistas y etarras, insulta a la voluntad mayoritaria del pueblo vasco o catalán, fomenta la homofobia, la xenofobia, el clasismo, y la misoginia apoyándose en partidos que añoran tiempos de marchas con antorchas y el brazo en alto. Vamos, como han venido haciendo todos los que la han precedido en la pérfida tarea de arruinar el país económica y moralmente.

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Hoy voy desencadenado como el Django de Tarantino, pero sin su belleza ni su valentía. Les voy a decir algo que quizás les sorprenda, allá voy, estoy hasta las narices de los antipatriotas que odian a su país.    Y lo odian porque roban llevándose la pasta a paraísos fiscales. Y lo odian porque reescriben la Historia en su beneficio mintiendo sin pudor. Y lo odian porque en su clasismo solo miran para los que tiene mucho pero siempre quieren más. Y lo odian porque no les importa ponerlo a parir cuando gobiernan otros y derruirlo si hace falta para cabalgar ellos sobre sus cenizas. Y lo odian porque son incapaces de reconocer que Almudena Grandes ha sido una de las mejores escritoras de los últimos tiempos. Y lo odian porque les molesta que este país sea plural y tenga varias lenguas, varias culturas, muchos acentos, miles de manera de entender la vida. Y lo odian porque es un país cada vez más feminista aunque les duela. Y lo odian porque llevan genes aporofóbicos y la igualdad de derechos les produce urticaria. Y lo odian porque son capaces de cargarse Doñana o el Mar Menor sin pestañear. Y lo odian tan profundamente que para disimular llevan siempre su nombre en la boca y se forran de banderitas, para que nadie note la aversión que sienten por el país que dicen defender.

Bueno, pues ya la hemos liado de nuevo, que le vamos a hacer, pero si no usamos este espacio para hablar desde la más radical honestidad, más vale que nos apartemos a un rincón a tomarnos una ¿cerveza? con cacao, no nos mereceríamos nada más. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com