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Ha resultado relativamente sencillo para los contrarios a la celebración de la jura de bandera civil en Alaior el pasado sábado dar con una razón para desacreditarla, para manifestar su rechazo frontal, reacios como son a cualquier manifestación en la que aparezcan uniformes.

El acto en sí fue una muestra de adhesión a la simbología nacional que maneja el Ejército, con una participación en la jura por debajo de las expectativas que tenía el equipo del gobierno municipal de Alaior, tomando como referencia la misma celebración en Es Castell hace seis años.

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En todo caso, los asistentes, que no fueron pocos, disfrutaron del desfile y de la parada militar sin que sea necesario por ello aludir a la calificación de nostálgicos del pasado. Para gustos, los colores.

Fue al término del evento, cuando gran parte de los militares se reunieron a manteles por su cuenta en un restaurante próximo, el momento en que la jura civil tomó otra dimensión. Una canción, «El sultán», con letra grosera entonada por el grupo a los postres ha desatado las críticas más furibundas de Més per Menorca y Unidas Podemos, que han  aprovechado para arremeter contra los militares con generalizaciones arbitrarias. El diputado Josep Castells, incluso, los ha relacionado con la manada de Pamplona, entre otras consideraciones, por referirse el tema al consumo de droga en dos estrofas, y al apetito sexual del protagonista con su esposa.

Todas las opiniones deben ser respetables, pero sacar la parte por el todo está fuera de lugar. Los militares en el restaurante eran compañeros que celebraban una comida privada una vez concluido el trabajo. Su canción puede resultar desagradable, como lo son cientos de temas que popularizaron cantautores y grupos musicales o raperos de pacotilla, con contenidos mucho más agresivos y desafortunados que «El sultán». No parece muy ecuánime cargar de esta manera contra unos y ser condescendientes o reírles las gracias a otros.