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Por primera vez desde tiempos inmemoriales Menorca cuenta con un refuerzo veraniego parcial de 30 policías nacionales que están en la Isla en comisión de servicios para incorporarse a las tareas de seguridad ciudadana, aunque sean especialistas en acciones de prevención y reacción.

La llegada de los agentes fue saludada como una excelente novedad dado el incremento de la población que experimenta este territorio en la temporada estival. Nunca antes se habían atendido las sucesivas peticiones de las autoridades insulares ni de los propios mandos policiales, conscientes de los malabarismos que deben ejecutar para cubrir los turnos de servicio ante la crónica falta de efectivos que sufren los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, como también las policías locales.

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Si la población se triplica lo lógico sería que la dotación policial creciera proporcionalmente para preservar la seguridad, otro de los reclamos de la Isla, pero no ha sido así. Y para una vez que sucede, resulta que no se ha previsto un alojamiento que cualquier otro funcionario reclamaría si viajara a una ciudad a cumplir un trabajo puntual y específico. La única solución, que no ha sido tan negativa como los sindicatos policiales han querido hacer ver, ha sido alojar a estos 30 agentes en la base militar de San Isidro, un establecimiento austero que no responde a sus expectativas pero que cumple mínimamente con la disponibilidad de habitaciones para dos personas, con baño propio.

No es la mejor opción, por supuesto, pero sí una válida que además ha permitido a estos jóvenes policías ahorrarse un buen dinero, el de las dietas que se habrían gastado si hubieran tenido que pagar una casa o un hotel. Para otros años, sin embargo, sería conveniente que si desde Palma o Madrid acceden a enviar refuerzos, haya una previsión que evite las quejas sindicales y garantice mejor alojamiento. Por el momento los que iban a venir todo el verano, solo lo van a hacer durante este mes de junio. El gozo en un pozo.