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Jo, tío, o sea, yo me muero de ganas de pegarme una escapada con el Falcon presidencial que se me caen los calzoncillos solo de pensarlo. Y aunque sea a un destino al que se pueda viajar en avión regular, ¿eh?, que ya se sabe, o sea, que viajar en línea regular es de mediocres, aunque el cargo ministerial te justifique la jarana en primera clase. Como te lo digo, sigue siendo de pobres, o sea.   

Mi pregunta, tío, es quién dará la vez ahora en el Falcon. ¿Será el turno del fontanero, el cocinero, la limpiadora o la diseñadora, al que los esperpénticos cambios en las cuotas de autónomo les dejará trabajando el mismo porrón de horas para ganar mucho menos? O que, ante el incomprensible subidón de impuesto, prefiere facturar menos o cobrar más en B, para esquivar a los chupópteros del Estado. Puede, tío, que ahora vaya esa entrañable pareja de ancianos cuyas pensiones están a años luz de lo que han cotizado y que, con esa inflación que no existe para los usuarios de La Moncloa, al final de pensión le sobra mucho mes. ¿O será uno de esos policías o cualquier efectivo del Cuerpo y Fuerzas de Seguridad del Estado al que putean día sí y día también ninguneando un esfuerzo que va más allá de aquello que va de la mano de su trabajo? ¿O una profesora, de esas que no da abasto con la nueva normalidad de la educación con la covid? Puede que le toque a alguien del personal sanitario, que lleva más de 2 años partiéndose la cara, la vida y la salud no solo contra el virus sino también contra la insensatez humana.

No sé, tío, o sea, me apetece mogollón pillar el avión y plantarme en Times Square para echarme unas fotos para Instagram con las girls y los boys, tomarme un Starbucks que sabe igual que de Madrid pero es como más cool que te soplen 20 dólares en lugar de 10 euros. Y va con el doble de ración de tontería y de purpurina. ¿Sabes?

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Porque ahora está de moda ser el más progre, el que más dice que lucha y se preocupa por el cambio climático, por la lucha de castas, y asegura y mantiene que sigue siendo igual de cercano, igual de pobre e igual de antisistema, aunque viva en un chalet de más de 600.000 euros y viaje en avión privado. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo. O sea.

Pero bueno, lo que te decía, me muero de ganas de volar en el Falcon y saber si, en el catering, entra pincho de tortilla y gazpacho, o te toca langosta y champagne, que lo otro es muy de pobre. ¿Sabes lo que te digo, tío? O sea en plan, sabes. ¿No?

dgelabertpetrus@gmail.com