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Si estas temperaturas se mantienen así para los próximos años, deberíamos empezar a considerar la idea de hacer un Jaleo o unas fiestas para el puente del 1 de noviembre. Lo digo porque entre el caloret, el aspecto de las playas y la morriña del verano, y como cualquier excusa es buena para armar un sarao, alguien debería sondear qué lugares de Menorca quedan por sumarse al carro de los caballos, las pomadas y las verbenas. Yo, por proximidad, propondría Cala Llonga.

La verdad es que el tiempo está casi tan loco como el ser humano. A estas alturas del año, estar flirteando todavía con los pantalones cortos y las avarcas es una macabra maravilla. Para mí, perfecto, porque ya sabes que detesto el otoño y todo este buen rollo que se está alargando hará que su desembarco me golpee más duro, pero la realidad es que el cambio climático anda medio estropeado y tampoco nos conviene abusar de las buenas temperaturas.

Y si no, piensa en el lunes. Qué poco apetece una castaña asada o un buñuelo bañado en miel a 30 grados a la sombra. Estos dos elementos que son tan típicos y tan tópicos de la llegada del viento y del frío, ahora los podremos acompañar de un vermut bien fresquito, o un mojito, una caña o incluso una pomada granizada y quién sabe si con un baño en S’Arenal, mientras algunas plantas andan despistadas floreciendo a deshora. Como el primer brou, que se está haciendo de rogar un montón.

El tema es muy serio y el margen para hacer broma es mínimo. Pero se está de vicio. Me dan ganas, incluso, de coger un avión sabiendo que las opciones de turbulencias se disminuyen. Es broma, me he pasado. Ni loco me meto en un cacharro de esos sin motivo de peso.

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Ojalá aquellos que vinieron en el momento de máxima presión en verano descubrieran lo maravillosa que es la isla el 90 de agosto (29 de octubre, para los de letras), y lo tranquilo que puede uno pasear sin que el hedor de crema solar barata te machaque los sentidos, o te encuentres con las playas masificadas.

Precisamente ese debe ser el objetivo social, que no político, el de lograr que venga más gente durante todo el año, sin necesidad de meter los mismos palos en los precios. Ser más un destino de calidad y menos un destino de cantidad.

Pero nada, te dejo, que me voy a la playa a comerme el disgusto de los buñuelos sin frío y a digerirlo con un bañito fuera de temporada que camufle mis lágrimas por lo mal que estamos.

dgelabertpetrus@gmail.com