Tradicionalmente se creía que la mujer fea hacía mejor casamiento que la hermosa, y de ahí el refrán: «la suerte de la fea la guapa la desea». A veces las mujeres menos atractivas no son tan remilgadas como las llamativas, pero también se da el caso contrario. Debe de ser cuestión de carácter, de cultura o de inteligencia. A lo mejor hay que hurgar en la influencia de los progenitores o en una infancia más o menos feliz. Incluso se podría buscar en el mundo enigmático de los sueños. Si no me creen les voy a describir el sueño que tuve yo uno de estos días. Hasta podría ponerle un título: «Esperando ser comida». Porque me encontraba en una isla de caníbales, todos machos, que se alimentaban solo de mujeres. Si creen que es un disparate, pregúntenles a las feministas, o repasen las listas de lo que llaman «violencia de género», algo que desgraciadamente está muy a la orden del día. ¿Pero qué ocurría en mi sueño? Pues lo que ocurre en el mundo real: que se comían primero a las guapas. A lo mejor se objetará que las mujeres bonitas pueden resultar insulsas, o insípidas, pero eso los caníbales no lo tenían en cuenta. Entonces el refrán tenía mucho sentido, porque cuanto más fea era la mujer, más tardaba en ser comida. Y a lo mejor, si se trataba de una señorita de aspecto repelente, no le llegaba nunca el turno de ser comida. En mi sueño no se tenía en cuenta la belleza interior, ni siquiera la capacidad intelectual. No sé qué me recuerda esto.
Les coses senzilles
Caníbales
12/12/22 4:00
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