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No sé si se puede llamar «crítica», pero he visto que una mujer pugnaba por echar en el olvido algunas palabras desaprensivas que a veces podemos oír en la niñez. Palabras como «gorda», «inútil», «tonta», «pendeja», «crédula», «corta», etc. En lugar de eso la mujer reivindicaba la necesidad de palabras bonitas como «voluntariosa», «inteligente», «importante», «maravillosa», «perfecta» que la habrían ayudado a aceptarse tal como era. «Aceptarse», esa debe de ser la palabra adecuada. «Confiar» en uno mismo, «soñar» sin cortapisas, con plena libertad. Reír, enfrentarse a los propios miedos, volar con la imaginación, como sólo vuelan los niños. En lugar de eso a veces hemos sentido deseos de que la tierra nos tragara en situaciones embarazosas y ante palabras hostiles que sólo nos han entristecido, deprimido y determinado en sentido negativo. Hacernos creer que no sabemos hacer nada bien, que no servimos para nada, algo que es totalmente injusto, porque todo el mundo sirve para algo.

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La crítica es una manifestación personal y hasta cultural que emite un juicio, a menudo sin que nadie lo haya solicitado. Por qué me dices que mi ropa, mis gafas, mi forma de andar no te gusta si yo no te lo he preguntado. Por qué me dices que mi libro es malo si el concepto de bondad o maldad literaria puede depender de situaciones tan peregrinas como las modas. Cuando se publicó «El señor de los anillos» fue calificado por la crítica como un libro para niños, que es casi tanto como decir que el Quijote es un libro humorístico. Podría encontrar múltiples ejemplos de injusticias críticas. Edison fue rechazado en la escuela pública por cortedad mental, por decirlo de un modo suave. No era el caso, pero aunque así hubiera sido, nunca debería de haberse producido tal juicio. La crítica no ayuda. La crítica descorazona, entristece, pone nervioso, baja la autoestima, corta las alas de la imaginación, es decir, mata la imaginación. También podría aducir casos de artistas que se mataron pese a haber producido obras geniales que no fueron entendidas en su tiempo. Existen además críticas que obvian las virtudes y se fijan sólo en los defectos, con lo que el único efecto que producen es desanimar. Nadie tiene derecho a desanimar a nadie. Nadie es perfecto. Creo que lo dijo Jesucristo: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Nadie está libre de pecado. El crítico debe orientar, atraer el interés del público, porque nadie es tan malo que no tenga algo bueno.