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¿Y qué quieres? Si lo raro es que no se drogasen. Vamos a tomarnos con un poco de humor la noticia del hallazgo en Menorca del mechón de pelo que revela que hace 3.000 años en la Isla ya les daban matarile a las sustancias psicotrópicas. ¿Te extraña? Si 3.000 años después los jóvenes y no tan jóvenes siguen castigándose químicamente el cuerpo cuando tienen un montón de cosas por hacer, ¿qué te pensabas cuando la vida era un poco menos ocupada?

Hay un runrún que va superando las diferentes generaciones que, en su etapa adolescente o post-adolescente lamentan que la isla es un poco «aburrida». No es mi caso, nunca lo he pensado ni creo que lo vaya a pensar, pero entiendo que amigos míos lo pensaran, así como visitantes que se aterrorizan solo de pensar en pasar el invierno en Menorca lamentando que no podamos ir al teatro, al museo o a otros eventos similares tan populares en la Península, cuando ellos, ellas, ellis, ellus y elles, tampoco es que lo aprovechen en sus grandes metrópolis.

Este hallazgo significará mucho para la ciencia, no lo niego, pero sin duda muchísimo más para el cachondeo y la tertulia de bar. Ahora resulta que hace 3.000 años la Isla cachonda en la que cometer excesos a golpe de opiáceos era Menorca y no Ibiza. Menudo turismo debíamos tener por aquel entonces. Lo que pasa es que de un tiempo a esta parte optamos por reformarnos y optar por otras opciones cediéndoles el testigo de fiesteros a las Pitiusas. Y menos mal.

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Tú imagínate al camello de turno paseando con total impunidad por la Menorca antigua repartiendo entre los habitantes de la Isla sustancias estupefacientes y proporcionando viajes astrales de ida y vuelta. Como no tenían Netflix, ni Internet, ni las Islas de las Tentaciones pasaban el día regalándose ratos de risa floja y experimentando con las plantas que tenían alrededor. ¿Cómo te piensas sino que llegaron, por ejemplo, ses herbes dolces a nuestra mesa?

Para seguir con el cachondeo, que habrá quién se tome en serio este artículo, ¿tú te imaginas lo que debía ser llegar a Menorca y encontrarte una sociedad que flirteaba con ese tipo de sustancias? Imagínate a uno de nuestros ancestros entablando conversación muy convencido y con las pupilas como platos con un Myotragus, o tumbado en el suelo, con un buen ‘globo’ calmándolo comiéndose un buen puñado del equivalente a patatas fritas, y con la risa floja.
Ahora falta, por el bien de la ciencia, que nos digan exactamente qué se tomaban y cómo lo preparaban para poderlo ofrecer como experiencia turística. En Sudamérica lo hacen con la ayahuasca y tiene su clientela. Imagínate un puñado de turistas con el pedo y la guasa soltando eso de «Jo som talaiòtic». El éxito está asegurado.

dgelabertpetrus@gmail.com