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Hoy empezamos, queridos lectores, con las siguientes preguntas: ¿La inteligencia artificial será más inteligente que la inteligencia humana que la ha creado? ¿Cómo pueden estar seguros de que este artículo lo he escrito yo y no una inteligencia artificial? Basta con ordenarle a la ChatGPT, que está al alcance de todos de forma gratuita, que escriba un artículo para que en pocos segundos aparezca en nuestra pantalla un flamante texto que de otra manera hubiera llevado días de reflexión y horas de redacción. Sí, sé que en muchas ocasiones estos artículos parecen redactados por un mono con síndrome de abstinencia, pero les aseguro que hay un curro detrás. Aunque sin fliparnos, tampoco es que me deslome para redactar estos 3.500 caracteres. Demando más honestidad en vena, y menos postureo en el ambiente, así que intento cumplir con mi propia exigencia.

No me sitúo en el bando de los que piensan que la nueva inteligencia artificial nos llevará a un mundo de «Matrix», porque de facto ya estamos en manos de los algoritmos, ahí van algunos ejemplos después de los dos puntos: para comprar billetes de avión. Para ver películas o series en las plataformas. Para saber si el banco te va a robar más o menos. Para desesperarte reclamando ante cualquier compañía telefónica. Para desplazarte en coche, el GPS te ordena por donde debes ir, porque él sabe qué es lo mejor para ti. Para saber los pasos que caminamos, las calorías que consumimos, las horas de sueño, e incluso el número de veces que hacemos el amor teniendo en cuenta nuestra temperatura corporal, nuestro ritmo cardiaco y los pagos hechos con tarjeta en el sex-shop de confianza, porque todo el mundo tiene uno, ¿no? (insertar emoticono con carita de ojo guiñado). Me meo de risa cuando alguien dice no sé qué de protección de datos.

A ver, lo vamos a poner entre signos de exclamación ¡hace tiempo que le hemos dado el timón de nuestras vida a los algoritmos. Llevamos encima una cadena invisible en forma de teléfono móvil y desde ahí le regalamos toda la información que necesitan para que sigamos siendo marionetas que producen y consumen sin parar! No sé por qué ahora un grupo de multimillonarios se tiran de los pelos como si hubieran visto un Tiranosaurio Rex en su salón. No hay nada nuevo bajo el cielo del señor Google.

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Otro mensajito que lanzan los apocalípticos es el de la cantidad de trabajos que se cargará la inteligencia artificial, yo qué sé, pero más preocupante es la sequía, y la desigualdad galopante porque lo de los curros ha pasado siempre. En el siglo XIX había personas que trabajaban recolectando sanguijuelas, trabajo mal pagado y muy chungo para la salud. El curro de sanguijuelero desapareció como el de ascensorista, colocador de bolos, deshollinador y aldabonero. Y por el contrario salieron trabajos nuevos que antes eran impensables como monitor de croosfit, personal shopper, gamer, o conductor de Uber, trabajo mal pagado y muy chungo para la salud... Mira tú, como el de sanguijuelero, hay cosas que no han cambiando tanto, ¿verdad?

Sinceramente, en el fondo da igual quién escriba este artículo, somos prescindibles nivel máximo. Lo que a mí me tiene ojo avizor -me mola esta expresión- es que los maestros cerveceros no desaparezcan nunca. No creo que un puñetero algoritmo tenga paladar para distinguir una IPA de una lager. Además, nunca me tomaría unas birras con un robot, seguro que su jodido algoritmo me haría pagar a mí todas las rondas. Lúpulo y feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com