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Vuelven a repetirse palabras como recortes y desaceleración económica en Europa, una pesadilla cíclica. Los sueldos están a años luz de los precios y en esa política macroeconómica de frenar la demanda el Banco Central Europeo sigue apretando las tuercas con subidas de tipos de interés, no parece importarle cargar todo el peso de su objetivo de inflación en los lomos ya doblados de los consumidores y las familias, mientras hay empresas que siguen creciendo en márgenes de beneficios. La inflación hace sufrir a todos, sobre todo a las rentas más bajas, ir al supermercado es un lujo, llenar la nevera es ahora un 12 por ciento más caro que hace un año; los que están hipotecados y atados a un tipo variable están asfixiados, y con el alquiler disparado, ¿cuál es la opción? Que no nos vendan que vivir en una autocaravana para poder trabajar en Menorca o en cualquier otro sitio es libertad y disfrutar donde el cuerpo quiera parar.

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Parece que al menos, y como medida que se espera tenga réditos electorales, el gobierno va a mantener la reducción del IVA en los alimentos de primera necesidad, porque los precios no se han moderado y ¿qué pasará cuando las medidas ‘antiguerra’ lleguen a su fin? Hemos sufrido una brutal pérdida de poder adquisitivo, la vivienda es para muchos una quimera y para la mayoría, con alquiler o hipoteca, da igual, una gran carga, y en ese contexto, no es nada extraño que el turismo sea de escapada breve y gasto justo, como notan ya los negocios de alojamiento y restauración. Son afortunados los que pueden salir unos cuantos días de desconexión. Ya hay nuevos alcaldes y estamos inmersos en otra precampaña, en julio volveremos a votar para las generales, y me temo que este es el festival, el baño de realidad postelectoral que nos espera. A ver qué pasa cuando la Unión Europea vuelva a llamar al orden fiscal, a la estabilidad y el control del déficit público que quedaron aparcados con la pandemia. Comprobaremos o no si hay tijera.