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Recuerdo el mensaje entusiasmado de una amiga interiorista cuando, desde Bilbao, me informó de que un cliente suyo italiano había encontrado la casa de sus sueños en Menorca, y le pedía un consejo que, de rebote por estar yo en la isla, recaía en mí. Era una bonita casa en un entorno cien por cien natural, tanto, que estaba en el parque de S’Albufera en Es Grau, en la zona donde algunos chalés tienen concesiones con fecha de caducidad, dado que se encuentran en un lugar de alto valor ecológico. «Me dejas de piedra» fue su respuesta a las informaciones que le pude pasar sobre la situación urbanística de la golosa propiedad, detalles de los que nadie al parecer había informado al posible comprador, o no lo suficientemente. Por descontado que siguieron con su búsqueda inmobiliaria en otras zonas y desconozco si después del tropiezo llegaron a comprar.

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Viene a cuento esta mala práctica que quedó en anécdota por el caso, recogido en este diario, de una pareja francesa que compró un terreno en la urbanización de Cala Morell, en 2019, para construirse allí otra casa de sus sueños, y hoy, en 2023, siguen esperando. Nadie les informó de que la urbanización, al carecer de saneamiento, no cumple la ley de urbanismo y, agotadas las moratorias, es una de las 19 que hay en Menorca con su desarrollo bloqueado por esta carencia. Obviamente la paciencia se les agota, por eso ya están en un embrollo de abogados y han hecho pública su situación, no sabemos si valdrá de nada, pero lo que demuestra es que se habla mucho y mal de la compra de viviendas por extranjeros y gente de otras comunidades, pero poco de los supuestos chollos que a veces se les endiña. Cuando no se informa de las pegas urbanísticas de una urbanización, no se es honesto. Es un timo que dice muy poco a nuestro favor y el de nuestros gestores, que no ponen solución a problemas que se enquistan y alargan durante años.