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Ding... ding, ding... ding           
                   
-Cua, cua, cuac, cua, cuaa.                 

-Bon dia, és vostè...           
                         
-Please, hable usted en hispano, Walt no me enseñó catalán. Él me enseñó a hablar de esta forma tan rara que me tiene las cuerdas vocales destrozadas y con prótesis de mandíbula.

- Vale, de acuerdo. Tiene un tono de llamada muy original, el ruido de las monedas caer sobre una mesa. Muy americano, no?

- El ruido de los dólares sobre la mesa me sube la dopamina. La fuerza que nos mueve es hacernos ricos, ricos, ricos.

- Bueno, ya me dirá qué está haciendo en el prat de Son Bou.

- Nada, ha sido cosa de tío Scrooge. Como muestra de su cariño nos ha regalado una semana en este fétido paraje. No crea que tío Scrooge se desprende de la pasta, así como así. Ya harto de los niños, nos dijo, hala, os regalo un viaje a la otra punta del mundo. Y aquí estamos, yo, Daisy, y los sobrinos, Huey, Dewey i Louie. Tío Scrooge estuvo en Fitur y conoció un alcalde muy dicharachero que le vendió la moto. Y aquí estamos. No sabe lo que cuesta volar desde las marismas de Orlando hasta aquí. ¿Para qué? Aquí estoy, atrapado entre enterococos intestinales. Soy un fracasado, no he hecho nada en toda mi vida, nada me sale bien. Ya ve, un viaje de placer, nos dijo tio Scrogge. Si lo llego a saber, mando aquí a Rockerduck, a Feeldrake y al barón Von Sheldgoose.

- No se ponga así, Donald. No es un lugar tan feo. Puede usted admirar estos dos rascacielos sobre la arena, tan majestuosos.

- No, tío Scrooge nos dijo que esto sería el paraíso, un estanque dorado y con bandera azul, todo limpio, impoluto. ¿Usted ha visto como está esto? Lo único bueno es que como el agua es tan espesa flotas mejor.

- Sí, leí algo en el periódico del sábado. Aún espero la foto del alcalde arriando la bandera azul. Ya lo dice el refrán, quien la iza la arría. Pero no me haga caso, son manías mías.

- Pues tendría usted que venir a verlo. No hay derecho. No entiendo cómo aún hay patos, ranas y libélulas en la charca. Luego se quejan de los mosquitos. No sabe lo que alimenta este líquido fangoso, se están poniendo enormes. Rece para que no le piquen. Vaya usted a saber lo que le puede pasar. Y este olor, da náuseas. Todo muy bonito desde lejos, mucha foto, mucha postal de agencia de viajes, pero los que hemos de vivir entre cañas y juncos ya no podemos más. Es porque no tenemos adonde ir. Bueno, los chicos sí. Daisy se los ha llevado a la piscina de Los Gavilanes, necesitamos una cura de cloro.

- Y usted, ¿por qué se ha quedado en el prat?

- No por mi gusto. Soy un fracasado. ¡qué rabia! ¡Whoa, todo mal! Cuando me disponía a salir me he encontrado con dos perros sueltos en la playa. Se ve que han dado aviso y una marabunta de perros sueltos han rodeado la marisma con cara de querer probar pato a la naranja y los más sibaritas, pato cantonés. Así que me he escondido detrás de una nube de mosquitos hasta que usted ha llamado. Yo creía que no podía haber perros sueltos en la playa. Soy un fracasado ¿por qué la vida me trata así?

- Tiene usted razón, no puede haber perros sueltos, pero…

- Me lo tengo bien merecido. Daisy me decía vamos a Venecia. Esto pasa por querer ahorrar. Aunque no creo que Venecia sea tampoco una alternativa. Donde hay humanos, ya se sabe. ¡Whoa! me duele la barriga, tengo el hígado que no puede depurar más mierda. ¿De dónde sale tanta mierda? Hay que llamar a las cosas por su nombre. Cuando vuelva a ver a tío Scrooge me va a oír. Bueno le tendré que ir dejando, que ahora hay asamblea de sapos y patos, las ranas van a su aire, en el centro del cañaveral. Creo que hay una propuesta para pedir que cambien la bandera azul por una de color marrón, más de acuerdo con la realidad.

- Bueno, Donald, no se lo tome así. Mire el lado bueno de las cosas.

- Sí, yo siempre digo que hay que vivir cada día como si fuera el primero de tu vida. Pero, ¡whoa!, ya estoy harto. Sin un dólar y solo en el marasmo.
-Además, ya sabe, la felicidad es lo más rico que jamás poseeremos.